domingo, 15 de junio de 2008

Hace 20 años asumía Cruyff en el Barça...hoy el turno es de otro heredero



Ahora que desembarca Pep Guardiola como entrenador del Barça la memoria une dos épocas como un cordón umbilical: hace 20 años Johan Cruyff (Amsterdam, 1947), su mentor como jugador, era contratado por el presidente Josep Lluis Nuñez como un “apagafuegos” de “mano dura” para enmendar la llamada “crisis del Hesperia”. El 28 de abril de 1988 la plantilla del Barça denunció sus graves problemas con Josep Lluis Núñez y le sugirió su renuncia. Una crisis inusitada en un club español. En ese clima tenso Núñez contrató a Cruyff, símbolo del club y del fútbol mundial, de fuerte personalidad, orgulloso y con algunos toques de audacia, para hacer limpieza y encarar una nueva era. Cruyff era una incógnita como entrenador de elite. Llegaba desde el Ajax holandés tras ganar la copa de la UEFA. Allí había alumbrado una generación histórica para el fútbol de aquel país (van Basten, Rijkaard, Bergkamp).
En su primera temporada en el Barcelona Cruyff dio la baja a 13 de los jugadores “amotinados” e incorporó a otros 13. Empezaba a perfilar así la base de lo que sería más tarde la leyenda del “Dream Team”. En esa época sólo se permitía jugar a 3 extranjeros por club, de modo que un grupo de jugadores nacionales (Beguiristain, Bakero, Juio Salinas, Andoni Goikoetchea, Eusebio Sacristán, Zubizarreta...) formaban el núcleo del equipo.
Tiempos nefastos aquellos para el Barça en los que el Real Madrid parecía no tener rival en la Liga. Los primeros dos años se fue generando de a poco la revolución Cruyff en el juego, que no acababa de plasmarse en los resultados. Mucho ritmo, juego ofensivo, extremos abiertos a la antigua, pasajes exquisitos, pero el sistema de juego 3-4-3, de cuerpo atacante y alma espectacular, dejaba dudas. Le hacía falta ganar. En 1990, aquellas dudas pusieron al entrenador al borde del paro. Lo salvó el triunfo por 2-0 ante el Real Madrid en la final de la Copa del Rey. A partir de entonces pareció cambiar la suerte. El equipo, envuelto históricamente en el pesimismo, la decepción y un cierto victimismo “ad hoc”, consolidó una identidad de juego más acorde a la trascendencia del club. Cruyff no era un entrenador al uso: las circunstancias de su contratación le habían dado un poder desusado, mezcla de director deportivo, director técnico y entrenador. Poder absoluto. Cruyff estaba en su salsa: hacía, deshacía y decidía. En 1990 sumó al desconocido búlgaro Hristo Stoitchkov, para completar una tripleta demoledora junto al holandés Ronald Koeman y a Michael Laudrup, el danés silencioso, que había llegado un año antes del Juventus italiano.
Las desconfianzas continuaban. Pero ganó la liga y las dudas se aplacaron. No solo había regenerado al Barça, había cortado la racha de cinco títulos seguidos del Real Madrid. Ya se intuía: podía ser el comienzo de una época. Al año siguiente su mediocentro titular, Luis Milla, exige la mejora de su contrato: Cruyff no se inmuta, lo deja ir. Busca en la bolsa de la cantera... Y saca a Pep Guardiola con 20 años. Dobla la apuesta por ese juego de circulación de balón en todo el campo, de velocidad y fundamentalmente ofensivo: “ a la holandesa” dirán algunos, pero lo cierto es que esa propuesta cala hondo en el sentimiento de los barcelonistas: se puede ser campeón y dar espectáculo. Pero espectacular es el susto que envuelve a Cruyff, fumador empedernido desde muy joven: en febrero del 91 tiene un infarto que deja sin aliento durante varios días al mundo del fútbol. Se recupera y como todo lo que hace gana notoriedad pública, genera una nueva moda: reemplaza los cigarrillos por los chupa-chups. Un final de infarto colectivo iba a tener la Liga 91-92 que vuelve a ganar el Barcelona. La que se llamó “primera liga de Tenerife”. Al Madrid le alcanzaba con empatar con el Tenerife para ser campeón. Tras ir ganando 0-2, perdió 3-2. El Barça ganó 2-0 al Athletic de Bilbao y se consagró por segunda temporada consecutiva. En los corrillos se empezaba a hablar de cierta “flor” afortunada del entrenador holandés...Y más madera: mayo de 1992, año mágico, significó el doblete y el sueño de los “culés” hecho realidad: el Barça ganaba su primera copa de Europa, tras vencer en una ajustada final al Sampdoria italiano en Wembley, con gol de Koeman en la prórroga.
Pero el mito del holandés supera todo lo previsible. Y como un bucle en el tiempo, la temporada 92-93 se define igual que la anterior: el Madrid vuelve a perder con el Tenerife, en la última y definitoria jornada, y el Barça se consagra increíblemente campeón por tercera vez consecutiva. La flor de Cruyff toma estado público. Pero se reconoce su audacia. Y se habla de su soberbia y del despotismo con que maneja las relaciones internas. Las contradicciones y los caprichos de Cruyff son extremistas y sus relaciones de amor-odio inundan los medios de comunicación, los rumores y los vestuarios, pero son detenidos por los triunfos y un fútbol de calidad, avasallador y eficaz. El carácter de Cruyff es innegociable: en la temporada 93-94, cuando todos querían un centrodelantero alto y fuerte, él contrata a uno bajito, gordito, con alma de juerguista, pero con una calidad enorme: el brasileño Romario. La respuesta fue contundente: 30 goles y la cuarta liga para el Barça, con la definición afortunada de los años anteriores. El “Superdepor” de Bebeto, Fran y Mauro Silva, perdió la liga en el último minuto del último partido, cuando el portero del Valencia, González, le paró un penalti a Djukic. Deportivo y Barça empataron a puntos, pero fue campeón el equipo de Cruyff, en una vuelta del destino que ni siquiera él era capaz de imaginar. Alcanza también otra final de la copa de Europa, en mayo del 94, contra el todopoderoso Milan de Fabio Capello (heredero de Arrigo Sacchi, el otro Cruyff de la época) que lo destroza 4-0 en Atenas. Allí se acabaron los triunfos. Cruyff se enfrentó con Núñez y fue despedido en un final previsible. Pero la inercia de su marca perduró. Creó un estilo de juego que se instaló como un patrimonio del club. Su larga sombra política y futbolística llega a la actualidad. Hace más de diez años que no paran de buscarle reemplazantes que respeten la identidad y la esencia de su juego. Y la identidad del Barcelona no es otra que el estilo Cruyff. Más allá de amores y odios. Ahora le toca el turno a otro heredero.

Latinoamericanos en Pekín ‘08


Entre la ilusión y la hazaña

Agosto en Pekín será una nueva ilusión, una esperanza para millones de latinoamericanos que juegan las fichas de su alegría deportiva a los candidatos escasos a ganar medalla. En una auténtica demostración de pasión mezclan el éxito deportivo con cierto orgullo nacional que contagia alegría y hace olvidar por algunos días la crudeza de la realidad económica. Estos Juegos Olímpicos, a falta aún de las últimas clasificaciones, marcan un nuevo impulso para el deporte latinoamericano: la mayoría de las delegaciones baten records de concurrencia con sus delegaciones. Brasil irá con más de 230 deportistas y participará en 36 modalidades olímpicas; Cuba llevará más de 160 deportistas y parecida cantidad compondrá la delegación Argentina. Pero, más allá de las tres “potencias” latinoamericanas, también Venezuela y Colombia llevarán entre 100 y 70 participantes respectivamente.
Tal vez las expectativas de medallas no superen demasiado lo conseguido durante los Juegos de Atenas 2004, donde se obtuvieron 56 en total; 18 de oro, 15 de plata y 23 de bronce, pero lentamente se han creado mejores condiciones de competitividad en más deportes, de manera que la esperanza es no ver desaparecer tan rápido a los deportistas latinoamericanos, eliminados en las series clasificatorias, sino que muchos de ellos avancen a fases definitorias, aunque no tengan opción a ganar medallas.
Los Juegos de Pekín han revivido de forma light, simbólica el ambiente internacional de los antiguos conflictos que acabaron en boicots durante la Guerra Fría, cuando se trasladaba la pulseada política este-oeste al terreno deportivo. Sus máximas manifestaciones fueron los Juegos de Moscú ’80, cuando no concurrió Estados Unidos y fue seguido por una numerosa cantidad de naciones occidentales, y Los Angeles ’84, cuando la URSS y sus países “satélites” le pagaron a los estadounidenses con la misma moneda.
Son muchos los intereses económicos que genera China, también en Latinoamérica, como para que haya un boicot. Tal vez algunas voces aisladas y privadas alboroten el clima previo. Pero seguramente tras la ceremonia inaugural, para los latinoamericanos, la atención se centrará una vez más en la potencia de los atletas cubanos, en sus boxeadores y beisbolistas que, entre otros deportistas, recaudarán la mayor cantidad de medallas para el subcontinente, como en Juegos anteriores (en Atenas consiguieron 29 medallas, 9 de ellas de oro). Tal vez se vuelva a vibrar con la lanzadora de peso Yumileidi Cumba o con el flamante recordman del mundo de 110 vallas, Dayron Robles. Y seguramente habrá éxito con los boxeadores, los mejores del mundo a nivel aficionado.
Detrás de Cuba aparece Brasil, amenazando con reeditar dignos papeles en los Juegos Olímpicos: el voley playa puede ser el deporte donde los brasileños acaparen medallas (ya lo hicieron en Atenas ’04) junto con el voleibol masculino, donde es una potencia mundial. Luego, sobran las incógnitas. Si concurre a Pekín puede que el maratoniano Vanderlei de Lima sume otra alegría (fue bronce en Atenas ’04) o quizá Rodrigo Pessoa en equitación (plata en el concurso de Atenas ’04).
Argentina va con uno de los equipos de fútbol más fuertes en la historia de los Juegos para intentar reeditar el oro que logró en la capital griega. Pero también el basket lo tiene entre los favoritos a medalla, ya que defiende el título, frente a un nuevo “dream team” estadounidense y a una España que promete. Los argentinos también concurrirán con sus mejores tenistas (igual que Chile, con Fernando González a la cabeza) y con el hockey femenino decidido a mejorar el bronce logrado en Atenas.
En el atletismo, donde Latinoamérica siempre sorprende con auténticos fueras de serie, hay dos nombres propios que se imponen por respeto, historia y prestigio, aunque seguramente para los dos serán los últimos Juegos: el dominicano Félix Sánchez, dos veces campeón del mundo y campeón olímpico en Atenas en los 400 metros con vallas y el ecuatoriano Jefferson Pérez, tres veces campeón del mundo y campeón olímpico (Atlanta ’96) en 20 kilómetros marcha.
El resto son aventuras individuales, historias de empeño y superación personal que bordean la hazaña silenciosa por mérito y talento exclusivo de los deportistas. Muchos de ellos ni siquiera tienen para pagarse los materiales o la indumentaria adecuada para la competición. Algunos de estos deportistas son capaces de triunfar o igualar a otros atletas de elite que nadan en la abundancia de los países desarrollados, de esponsorizaciones millonarias y de instalaciones de alto rendimiento ultrasofisticadas. Mientras otros, como la gran corredora Mexicana, Ana Gabriela Guevara, subcampeona olímpica y campeona del mundo de 400 metros lisos, se retira definitivamente del deporte “cansada por no poder luchar más contra la corrupción del deporte en México”. Son las dos caras de una moneda repetida en Latinoamérica que, a pesar de todo, siempre deja sitio para la ilusión.
El atleta cubano Dayron Robles batió el record mundial de los 110 con vallas el jueves 13 de junio en Soteville (Francia). Hizo una marca de 12.87 segundos, uno por debajo del record anterior en poder del chino Lui Xiang. Robles aparece como una de las esperanzas latinoamericanas más claras para conseguir una medalla en los Juegos de Pekín.

Calentar y estirar

Calentamiento
La realización de actividades físicas y deportivas lleva implícita una enseñanza básica que corresponde al aprendizaje motriz y al desarrollo de las capacidades físicas y coordinativas de una persona.
Cualquier actividad física de mediana o alta intensidad (ejercicios o práctica deportiva) implican una alteración del ritmo habitual del cuerpo. Este no está acondicionado para efectuarla. Es preciso prepararlo mediante el calentamiento. Una serie de movimientos y ejercicios suaves, que aumentan su intensidad progresivamente, activando preferentemente a los grupos musculares que se emplearán en la práctica siguiente.
Simultáneamente se prepara para el esfuerzo al aparato músculo-esquelético, mediante estiramientos que permitan alcanzar la máxima flexibilidad durante el desarrollo del ejercicio físico posterior.

Adaptación al esfuerzo
Cuando una persona está en reposo su ritmo cardíaco no supera las 70 pulsaciones por minuto y su frecuencia respiratoria se halla entre 10 y 12 inspiraciones por minuto, aproximadamente. Sin embargo cuando el cuerpo realiza un ejercicio, todos sus órganos empiezan a requerir un mayor abastecimiento de oxígeno y nutrientes para hacer frente a esa mayor demanda de energía. Se produce entonces un fenómeno denominado de adaptación al esfuerzo. El corazón aumenta su frecuencia cardiaca para enviar un mayor volumen sanguíneo a todos los órganos que lo necesitan y también a las zonas del cuerpo (músculos) que en ese momento gastan más energía y necesitan recuperarla. El aparato circulatorio a través de la sangre brinda el servicio de transporte de nutrientes a todos los rincones del cuerpo. Así a mayor esfuerzo, mayor será también la frecuencia cardiaca para permitir un abastecimiento sanguíneo más rápido. Simultáneamente también aumenta la frecuencia respiratoria (se comprueba que la respiración es más agitada con un número elevado de inspiraciones y expiraciones) para permitir el ingreso de un mayor volumen de oxígeno, que, al pasar de los alvéolos pulmonares a la sangre se constituirán en el "combustible" necesario para crear la energía que requiere el cuerpo. Este proceso de adaptación también alcanza a otros sistemas vitales del organismo, como el nervioso. Los músculos y articulaciones reciben las órdenes de movimiento en función de los estímulos captados y trasmitidos por el Sistema Nervioso Central.
El "fenómeno neuromuscular" es el proceso que encadena la orden del cerebro con cada uno de los músculos y articulaciones intervinientes en el movimiento. La adaptación consiste en un estado de alerta del sistema nervioso para trasmitir esos estímulos a máxima velocidad.

Bases del calentamiento
Un calentamiento que pretende alcanzar el objetivo de la adaptación del cuerpo al esfuerzo debe cumplir dos principios básicos: ser prolongado y progresivo. El trabajo rápido, precipitado, provoca una elevación brusca de la frecuencia respiratoria (ahogo) y de la frecuencia cardiaca. Incluso favorece la aparición de ácido láctico y como consecuencia, el agarrotamiento muscular. De manera que se debe extender todo el tiempo que se considere necesario en función del objetivo buscado. Asimismo su intensidad deberá ir creciendo progresivamente hasta alcanzar el punto de adaptación requerido, sin consumir las energías que se necesitarán inmediatamente para el desarrollo de la actividad física principal.

Calentamiento pasivo
Se denomina calentamiento pasivo a un conjunto de medidas destinadas al acondicionamiento psicofísico óptimo de un deportista, previo a un a un entrenamiento o a una competición. Entre esas actividades se cuentan los baños calientes (método utilizado por los nadadores); el masaje, como excitante de las fibras musculares, y las fricciones con productos químicos, destinadas a producir una mayor irrigación sanguínea a la zona tratada.


Calentamiento general
En función de la actividad a realizar a continuación, se pueden distinguir dos tipos de calentamiento: el general, dirigido al acondicionamiento de todo el cuerpo y el adaptado, orientado hacia una práctica específica que necesita trabajar determinados grupos musculares o articulaciones.
El calentamiento general debe extenderse entre 15 y 20 minutos con ejercicios diversificados; carreras de distancias a tren moderado, alternando ritmo creciente y decreciente; movimientos gimnásticos que permitan coordinar diversos gestos del tren superior, el tronco y el tren inferior; ejercicios de compensación para que trabajen diferentes grupos musculares, tanto los músculos agonistas (los que realizan el esfuerzo) como los antagonistas (los que resisten). Se trata, como el tipo de calentamiento indica, de ejercitaciones polivalentes que permitan una adaptación de todo el cuerpo por igual. Es importante que el trabajo se haga a baja intensidad pero con muchas repeticiones y que las mismas, a medida que aumenta progresivamente el calentamiento, se hagan más frecuentes, de manera que el sistema nervioso acelere la trasmisión de impulsos desde el cerebro hasta el músculo.
Una parte sumamente importante y diferenciada del calentamiento son los estiramientos, que permiten lograr una mayor amplitud en el movimiento de las articulaciones y también aumentan la elasticidad de las fibras musculares para facilitar la rápida contracción y relajación que ocurrirá en el momento del máximo esfuerzo. Los estiramientos generales deben hacerse suavemente, manteniendo la articulación y el músculo tenso durante 10 o 15 segundos (sin forzar ni "rebotar") por cada repetición, volviendo a la posición de reposo en cada oportunidad.

Calentamiento adaptado
De acuerdo con la actividad física o el deporte a practicar se realizará un calentamiento específico, cuyo objetivo prioritario será preparar para el esfuerzo los músculos y articulaciones de las partes del cuerpo sobre la que recaerá el mayor trabajo.
Los ejercicios deben estar orientados fundamentalmente a esos grupos musculares y articulaciones. Deben trabajarse con muchas repeticiones, aunque sin aumentar la intensidad para no sobrecargarlo. También es conveniente que la musculatura se tensione y relaje repetidamente para que sus fibras alcancen el grado de excitación adecuado y el sistema nervioso se acostumbre a una trasmisión más rápida de las órdenes de contracción de la musculatura. El tiempo de duración es algo más prolongado, comparativamente con el trabajo empleado para el acondicionamiento general del cuerpo. Así puede durar entre 20 y 30 minutos. También es prioritario que el grado de progresividad del calentamiento alcance su grado máximo al final, desarrollando muy brevemente ejercicios con similar intensidad de la práctica real que se avecina. Los estiramientos finales contribuyen a que el músculo ya caliente retome su posición normal y quede definitivamente preparado para el esfuerzo.

Vuelta a la calma
Cuando la práctica deportiva o la actividad física ha finalizado el cuerpo sufre un proceso inverso al del calentamiento: debe prepararse para recuperar su tono normal. Y para ello necesita una ayuda similar a la que se le brindó para ponerse en marcha. Este proceso se llama volver a la calma. Consiste en realizar movimientos, carreras y ejercicios de baja intensidad y escasas repeticiones para que lentamente los músculos descarguen los residuos tóxicos (ácido láctico) acumulados durante el esfuerzo, se destensionen y relajen.
El riesgo de no ayudar al cuerpo a volver a su estado de reposo consiste en los clásicos calambres o "agujetas" provocados por la cristalización del ácido láctico en el músculo: los síntomas son contracciones involuntarias y dolores punzantes y agudos.

Qué significa estirar
Los estiramientos son un método para adaptar las articulaciones y los músculos a la amplitud y el esfuerzo a los que serán sometidos en una actividad física posterior. Estirar es ventajoso para un deportista porque previene probables lesiones como consecuencia de la falta de preparación de articulaciones y músculos; facilita la ejecución de gestos técnicos; favorece también la coordinación entre los músculos agonistas y los antagonistas y permite adquirir una mayor velocidad en las contracciones musculares.

El físico y sus fases de desarrollo

Preparación física, educación física y entrenamiento
La educación física es un proceso que tiene por objetivo la formación de las personas, desde niños, para que puedan orientar el desarrollo de sus capaci­dades y de sus destrezas motrices y la transformación de sus hábitos para alcanzar una mejora de su calidad de vida.
Se suelen utilizar definiciones similares para educa­ción física, prepa­ración física y entrenamiento. Sin embargo son procesos diferentes aunque complementarios.
Particularmente la comparación entre educación y preparación física deja observar las diferencias en los objetivos y las intenciones que se plantean, los medios utilizados e incluso el tipo de trabajo a través del cual se desarro­llan.
Los fines de la educación física son generales y muy amplios; mientras que los objetivos que persigue la preparación física suelen ser concretos y específicos. En la medida que la educación física tiene un carácter general sus intenciones son las de un desarrollo equilibrado del cuerpo y de sus capacidades motoras; en tanto que la preparación, al estar subordina­da a un fin concreto (un partido, una carrera, un juego, etc) debe alentar un desarrollo desequilibrado, volcado a preparar los grupos musculares y las capacidades motoras que más se van a utilizar en esa actividad específica.
El entrenamiento, además de la preparación física, suma también la enseñanza y perfeccionamiento técnico, táctico-estratégico y la preparación psicológica no sólo dirigida a realizar un deporte o una actividad física sino, fundamentalmente, a mejorar el rendi­miento a la hora de llevarla a cabo.

Etapas del desarrollo motriz
La educación física no se reduce simplemente a la enseñanza de ejercicios, actividades físicas o la práctica deportiva en general, ni tampoco a la organización reglada de esa enseñanza a través de instituciones públicas y privadas. En realidad la educación física se refiere en primer término al aprendizaje motriz que todos los seres humanos deben realizar para mejorar sus capacidades desde el instante mismo en que comienzan su vida.
En el mismo momento del nacimiento los movimientos del bebé le permiten iniciar su desarrollo motriz individual. Durante la prime­ra e­tapa de la vida se desplaza, gatea, camina e incluso coge objetos. Hasta los dos años el niño inicia un aprendizaje motor basado en el desarro­llo de la coordinación para establecer las distancias y el tiempo requerido para realizar sus movimientos. Va probando e intentando una y otra vez. Cuando descubre un progreso en sus movi­miento el niño aumenta su autoestima, lo que le otorga mayor seguri­dad y le permite mejorar su motricidad.
De los 2 a los 6 años: su actividad motriz se acelera, comienza a medir mejor sus fuerzas y posibilidades de desplazamientos. Juega todo el tiempo haciendo imitaciones del mundo exterior: es un caballo, luego copia a otra persona adulta, a un avión­...­ Y se mueve torpemente. Sin embargo a medida que crece afina sus movimientos, sobre todo coordi­nándolos mejor.
Entre los 6 y 11 años: los niños atraviesan diferentes etapas de crecimiento que condicionan su motricidad. Se distinguen tres fases. De 6 a 8 años el cuerpo se estiliza y ese desarrollo acarrea ciertos problemas motores: tienen una insuficiencia muscular que les provoca inseguridad en los movimientos, cierta torpeza y exceso de gasto de energía (fuerza que ejercen de más) como consecuencia de un proceso de adaptación al desarrollo. Un desarrollo que continua en la segunda subfase de los 8 a los 9 años, en la que vuelven a restablecer su equilibrio corporal, aunque su aparente vitalidad se contra­dice con una fuerza y una resistencia limitadas que les impiden grandes esfuerzos. Hasta estas eda­des no es aconsejable que se especialicen deportivamente, ­es mejor que aprendan una amplia gama de capacidades físicas que en el futuro les permitan ejercitar cual­quier deporte o actividad física con un amplio bagaje de recursos motores.
De los 9 a los 11 años, vuelven a realizar un cambio físico importante que les devuelve a estados de torpeza vividos en fases anteriores. Cada transformación física comporta una crisis de inseguridad que les hace actuar con lentitud y dificultades de coordinación en sus movimientos.
A partir de los 12 años entran en una fase prepuberal con profun­dos cambios físicos que inciden en la personalidad y se prolon­gan durante al menos cuatro o cinco años. Las características físicas más determi­nantes en este período son el crecimiento de las piernas y los pies ante un tronco generalmente menos desarrollado comparativamente. Este desequilibrio se nota aún más en la musculatura escasa. Al inicio de este proceso los fenómenos glandulares (la menstruación) que originan la pubertad permiten observar una frontera precisa entre las niñas y las adolescentes. Sin embargo entre los jóvenes ese proceso es más difuso y se alarga en el tiempo sin demasiadas precisiones más que las marcadas por la propia evolución física del adolescente. En estas edades comien­za a modelarse lo que será el cuerpo adulto (nuevas medidas antropomé­tricas, crecimiento esque­léti­co-muscular) que definitivamente permi­tirá a esa persona desa­rrollar a máximo nivel todas sus capaci­da­des físi­cas.

Ejercicio físico y vida cotidiana

La necesidad motriz
La evolución histórica, desde los torpes y básicos movimientos del hombre primitivo, hasta las más complejas y precisas prácticas deportivas y actividades físicas de la actualidad ponen en evidencia la suprema importancia del movimiento: la motricidad es una indispensa­ble característica vital. Sin ella sería imposible desarrollar los más básicos desplazamientos que permiten asistir al cuerpo para su supervivencia.
El movimiento es la unidad fundamental de la motricidad. Y las prácticas físicas, los deportes son movimiento puro. Sería impensa­ble cualquier tipo de actividad si cada segmento del cuerpo, desplazado por el trabajo conjunto de huesos y músculos y dirigidos por las órdenes recibi­das del sistema nervio­so, estuvie­se inerte.
De manera que el movi­miento aparece como una necesidad bioló­gi­ca de los seres humanos. Les permite enfrentarse a un medio exterior hostil y sobrevivir a él. Pero también le sirve para comunicar­se, trabajar, divertir­se y practicar todas las actividades cotidianas de su vida.

Tipos de movimiento
Los músculos del cuerpo humano pueden realizar tres tipos de contracciones diferentes que ocasionan movimientos: la voluntaria, realizada conscientemente como consecuencia de una orden comunicada por el siste­ma nervioso; la involun­taria o refleja, donde no interviene el sistema nervioso sino que la respuesta al estímulo del músculo lo produce directamente el propio músculo: un ejemplo típico es el golpe con un marti­llo de goma que el médico da sobre la rodilla de su pa­ciente para comprobar justamente su respuesta refleja, sin la parti­cipación del cerebro en la decisión. El tercer tipo de movimiento es el autóno­mo y lo ejecuta sólo el corazón. Su musculatura de tipo lisa es capaz de trabajar con sus propios estímulos eléctricos de manera que no está condicionado a las terminales del sistema nervioso central o del sistema nervioso periférico.

Movimientos básicos
Comparado con otras especies animales el hombre es un ser torpe en cuanto a la motricidad.
De los tres tipos de movimientos descritos el primero de ellos, el voluntario, es aquel que se puede aprender sistemá­ticamente para mejorar su fuerza, su precisión, su movilidad y su rapidez. Sin embargo como consecuencia de esa torpeza intrínseca del ser humano, las etapas de aprendizaje motriz son prolongadas en el tiempo: ocupan desde que nace hasta su etapa adulta, hasta que esos movimientos puedan realizarse con máxima eficacia.
Sin embargo, desde el inicio de sus días y en los primeros años de su vida el ser humano desarrolla actividades motoras básicas, no sólo para su supervivencia sino para el aprendizaje posterior de movimientos más comple­jos. Esas acciones elementales son: cami­nar, correr, saltar, agarrar, lanzar, chutar, rodar, reptar o trepar, entre otras. A partir de ellas organiza la preparación física para la práctica deportiva o simple­mente para el mejor acondicionamiento del cuerpo.

Hipocinesis
Se llama así a la falta de movimiento. Las personas poco dinámicas cuyos movimientos son elementales suelen tener problemas físicos que ocasionan el aumento del tejido adiposo del organismo; una incorrecta formación de los huesos y el deterioro del sistema muscular. Incluso provoca lo que se conoce como "analfabetismo motor": esa persona acaba por no desarrollar los recursos motores para reali­zar muchas de las actividades que lo relacionan socialmente con su entor­no.

Ejercicio físico y vida social
Los beneficios proporcionados por la práctica del ejercicio físico sobre el cuerpo y el estado de ánimo, lo ha convertido en una actividad más dentro de la vida social de la mayoría de la población actual. Los habitantes de las ciudades han sido los grandes descubridores de esta actividad y son sus mayores consumidores ya que les sirve para paliar los efectos de sus ocupaciones sedentarias y para descargar las tensiones cotidianas.
Es importante para los practicantes de actividades físicas tomar conciencia de que sólo se debe hacer de acuerdo con la edad y las condiciones físicas de cada uno.
Sin distinción de sexos ni de edades, el ejercicio físico está en la mira de niños, adolescentes y adultos que también encuentran en su práctica un modo de relacionarse con los demás. Ejercitado en los colegios, al aire libre o en los gimnasios resulta una buena combinación entre el bienestar físico y el placer de hacer amigos.

Gimnasia adelgazante
Perder kilos se ha convertido en una necesidad tanto para las mujeres como para los hombres. En la actualidad las modas imponen cuerpos bien moldeados. Para conseguirlo, no bastan las dietas alimentarias. Un programa de ejercicios físicos resulta un complemento imprescindible, que ayuda a quemar calorías para reducir los kilos sobrantes y la acumulación de grasas.
Trabajar con ejercicios físicos cada grupo muscular por separado es la clave. El esfuerzo al que se ven sometidos los tonifica y los va modelando, algo que se nota en la figura que comienza a reducirse en las zonas trabajadas.
En las primeras sesiones de gimnasia, es aconsejable seleccionar una tabla de ejercicios que resulte fácil y agradable para realizar. Poco a poco se debe ir aumentado la dificultad para lograr un mayor efecto. En cuanto al tiempo, lo ideal es tratar de mantener una duración mínima de 20 a 30 minutos por sesión, unas tres veces por semana.
Una sesión ininterrumpida y completa de los ejercicios seleccionados, consume de 300 a 400 calorías.
Antes de iniciar cualquier plan de gimnasia es aconsejable hacer ejercicios de estiramientos y calentamiento de los músculos, para evitar las lesiones que se puedan producir si se comienza a trabajar en frío. Al finalizar la sesión hay que repetirlos, para evitar la tensión muscular que provoca el esfuerzo realizado.
El ritmo cardíaco, acelerado durante el transcurso de los ejercicios, se recupera a medida que se reduce la actividad física y sobreviene un período de recuperación.
Los resultados de esta gimnasia se pueden comenzar a notar en la figura a partir del mes de trabajo. Si se mantiene el ritmo de ejercicios, no es necesario seguir una dieta alimentaria especial para adelgazar. Aunque sí debe ser equilibrada en proteínas e hidratos de carbono.
Es importante recordar, que para adelgazar hay que perder entre 400 y 1.000 calorías por día, de acuerdo con el peso de la persona y lo que desee perder. Sin embargo la cantidad de calorías ingeridas nunca deberá bajar de las 1.200 diarias. Niveles inferiores a esa cantidad pueden ocasionar problemas con el metabolismo basal y provocar deficiencias de nutrición.
Para los niños con exceso de peso, también es recomendable elaborar un plan de gimnasia acompañado con una dieta alimentaria, ambos elaborados por un profesional médico.

Grasa y peso corporal
El desarrollo muscular se produce de forma diferente entre hombres y mujeres. Durante la adolescencia de los varones, los testículos producen la testosterona, una hormona que provoca el desarrollo muscular sobre todo en el pecho y la zona de los hombros. Por su parte en las mujeres los estrógenos (hormona sexual) son los encargados de desarrollar principalmente las mamas y las caderas y determinan el almacenamiento de tejido graso. El peso corporal de la mujer está constituido, idealmente, en un 23 por ciento por grasa y en el hombre en un 15 por ciento.

La batalla contra el estrés
El exceso de presiones que supone la vida diaria con todas sus complicaciones, sobre todo en las ciudades, sirve para acumular tensiones que repercuten disminuyendo el rendimiento físico e intelectual de las personas. Agotamiento, falta de voluntad, debilidad y la propensión a enfermar frecuentemente, son los síntomas más claros de lo que se llama estrés: un consumo inconsciente y desproporcionado de energías que deja el cuerpo muchas veces sin defensas naturales y debilita sus órganos, aparatos y sistemas, impidiendo el desarrollo de una vida normal.
La secuencia que deriva en un estado de estrés, sigue estos pasos: se produce un incremento de adrenalina en sangre que provoca la subida de la presión arterial y un aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión del sistema nervioso. En estos casos se exige al organismo un rendimiento superior al normal que, por el esfuerzo, puede desencadenar en enfermedades o trastornos tales como úlceras, insomnio, estados depresivos o alopecias, entre otras afecciones y resulta un factor de riesgo de infarto para quienes sufren problemas vasculares.
Practicar alguna actividad física de acondicionamiento general, por ejemplo nadar, correr, andar, jugar a la pelota, o hacer ejercicios físicos, resulta el mejor modo para combatir el estrés. De esta forma se contrarresta la tensión acumulada durante el día con un esfuerzo controlado que permite la distensión nerviosa y la evasión de los problemas que la provocan.
Sin embargo es preciso realizarlo de una forma continuada y progresiva; partiendo desde una intensidad baja para ir aumentándola poco a poco a medida que le cuerpo se siente en condiciones de responder a un esfuerzo mayor. Por el contrario, practicar una actividad física una vez por semana, por ejemplo, pretendiendo desarrollar una intensidad máxima puede resultar peligroso para la salud: se corre el riesgo de sufrir lesiones musculares y óseas y aumentar la posibilidades de disfunciones cardíacas.

Técnicas de relajación
Las prácticas de relajación aportan fundamentalmente serenidad emocional y claridad mental. A partir de este estado se mejora la receptividad, la captación de estímulos y también la creatividad. Los ejercicios de relajación aportan a las personas el sosiego necesario para evadirse de los problemas diarios y también contribuyen a mejorar su forma física.
Cuando se logra una relajación profunda, disminuye el metabolismo; el ritmo cardíaco y el respiratorio se enlentecen, de manera que no sólo se produce un estado de calma mental sino también del cuerpo y de todas sus funciones orgánicas.
En el terreno práctico y cotidiano existen técnicas que se ejercitan para evadirse de tensiones altas como consecuencia del trabajo, los estudios o preocupaciones generales. La psicología da respuestas a estas disfunciones ofreciendo algunas de esas técnicas, como el autocontrol; la autohipnosis (ejercicios de concentración máxima); la visualización (recordar movimientos ya practicados y repetidos para tomar confianza momentos antes de llevarlos a cabo nuevamente) o una técnica muy utilizada en el deporte de alta competición, la activación: es decir darle al cuerpo el nivel de tensión adecuado, con un equilibrio entre el cuerpo y la mente, para la realización de un esfuerzo determinado. Si el cuerpo está sobreactivado, sumamente tensionado, los músculos se agarrotan y no se puede pensar con claridad; si ocurre lo contrario y está subactivado no tendrá la tensión suficiente para responder a los estímulos que recibe. En ambos casos el rendimiento del deportista estará por debajo de sus posibilidades máximas.
Otras técnicas giran alrededor de la concentración: la capacidad de centrar el pensamiento en un solo foco de atención, sin dispersarse para atender a cientos de estímulos que aparecen en el entorno. Un ejemplo: una persona cierra sus ojos durante tres minutos, mientras realiza entre cinco o seis inspiraciones profundas y lentas, cargando sus pulmones con el mayor volumen de oxígeno. Seguidamente busca sólo un punto de atención: sus pulsaciones. Las siente con sus dedos y cuenta hasta 120. De inmediato vuelve a repetir las ejercitaciones respiratorias iniciales, siempre con los ojos cerrados, intentando que los músculos de su cuerpo no estén tensionados. Esta técnica simple es básica y se encuentra en los más diversos ejercicios usados también por deportistas de alta competición, muy alterados por la inminencia de una prueba. De esta manera aclaran su mente para decidir correctamente en situaciones de alta presión y evitan la pérdida inútil de energías como consecuencia del nerviosismo.
Estos mismos efectos se logran con técnicas orientales más complejas.
El yoga, nacido en la antigüedad en el Lejano Oriente, es una de las técnicas más empleadas para frenar la inquietud física y serenar los estados de nerviosismo. No hay límite de edad ni de sexo para practicarlo. No es una actividad violenta ni incita a movimientos bruscos y siempre debe estar supervisada por un especialista. Como en la mayoría de las actividades físicas, es recomendable practicarla con cierta frecuencia para alcanzar la efectividad que se busca.
Las asanas o ejercicios medicinales del yoga actúan sobre las diferentes partes del cuerpo y a través de ellos se puede lograr el aumento de la flexibilidad y la movilidad muscular para propiciar la relajación y en consecuencia el equilibrio del sistema nervioso. Así se provoca una sensación general de tranquilidad que permite alcanzar un completo estado de relajación. Otras técnicas orientales como el tai-chi o el shiatsu, tienen como el yoga una concepción global del cuerpo que contribuye a alcanzar el grado buscado de relajación.
Los baños de agua caliente son un recurso importante para contribuir a la relajación. Sobre todo si el agua está mejorada con sales, algas o aceites balsámicos que contribuyen a un mejor efecto. Por lo general tienen una duración de 10 a 15 minutos.

Prevención de enfermedades
La vida sedentaria provoca una serie de efectos no deseados sobre la salud. La mayoría de los males que padecen los habitantes de las sociedades más desarrolladas y de las grandes ciudades se originan, en un alto porcentaje, por la carencia de una actividad física practicada con regularidad y orientada a beneficiar diferentes aspectos de la salud.
El primer paso para "atacar" el sedentarismo y sacar provecho de una actividad física, es aprender a conocer cuáles son las necesidades primordiales del organismo y si está preparado para hacer ejercicios físicos. Una vez resuelta esta cuestión sólo queda iniciarse en alguna práctica física (correr, montar en bicicleta -también vale la estática- nadar, jugar al tenis, practicar el golf, hacer marcha, jugar al fútbol o al baloncesto, entre otras posibilidades).
La mayoría de las actividades físicas que pueden emprenderse están indicadas para prevenir trastornos arteriales, coronarios y cardiovasculares. El ejercicio aumenta la circulación coronaria y también el volumen de sangre por pulsación; contribuye a mejorar la capacidad pulmonar y la frecuencia respiratoria y aumenta la masa muscular.
Entre otros efectos positivos sobre el cuerpo el ejercicio físico también regula el metabolismo ya que reduce las grasas y el nivel de azúcar en sangre. Asimismo resulta beneficioso para prevenir estados depresivos y de ansiedad porque actúa como un relajante, despejando las tensiones nerviosas.

El esqueleto cumple años
A medida que pasan los años, la masa ósea va sufriendo un deterioro muy marcado que se inicia después de los 30 años, siendo la mujer la que sufre una pérdida mayor que el hombre. La capa ósea más afectada es la trabecular, convirtiendo a los huesos en sumamente frágiles. Se ha comprobado que hacia los 70 años la mujer ya ha perdido más del 20 por ciento de la masa ósea que poseía a los 30, mientras que en el hombre esa pérdida es del 10 por ciento.

Hábito social
Es frecuente cruzarse por las calles de las grandes ciudades -sobre todo los fines de semana- con más de un "deportista" que corre, monta en bicicleta o hace ejercicios de gimnasia sobre la hierba de algún parque. Los gimnasios también acaparan la atención de atletas aficionados, muchos improvisados, que los abarrotan desde el viernes al domingo, ocupando -por una imposición de la moda del momento- las salas de aparatos para musculación, las canchas de tenis o squash y las pistas de baloncesto o fútbol sala. Para estos deportistas de fin de semana, cumplir con una actividad física forma parte de un rito social del que no pueden ni quieren estar alejados. Es lo que está de moda en los lugares de trabajo, entre el círculo de amigos o en los centros de estudio y generalmente prolongan en la actividad física la competitividad que manifiestan en la vida diaria. Son numerosas las personas que, sin distinción de sexo, de edad, de ámbito profesional o de nivel social, se apuntan al esfuerzo que les supone hacer ejercicio físico durante una o dos horas semanales. Sin embargo, finalizada la sesión en el gimnasio asumen hábitos tóxicos, poco compatibles con la práctica de cualquier actividad física o deportiva, como fumar, beber bebidas alcohólicas o dormir pocas horas diarias. Atendiendo la llamada de la moda, pocos se dan cuenta de que la efectividad de cualquier actividad física o deporte sólo se consigue practicándolo de manera continuada y progresiva. Sólo así es posible lograr un estado de forma adecuado que les brinde satisfacción personal y les permita soportar el ritmo de trabajo cotidiano.

Ejercicio físico y estética
El modelo de estética corporal que se impone para hombres y mujeres -glúteos realzados, brazos con músculos marcados, vientre duro, muslos firmes y pechos turgentes para las mujeres-, se consigue y se mantiene a través de una serie de actividades físicas puestas de moda en los últimos años. Sin embargo no es aconsejable excederse en la búsqueda de una estética perfecta, hasta el punto de recurrir a la ayuda de productos excitantes o esteroides anabolizantes para ampliar el volumen del entrenamiento, cuyo uso ocasiona serios perjuicios para la salud.

Aeróbic
La gimnasia aeróbica tal como se la conoce hoy, la pusieron de moda para el gran público, famosas estrellas del mundo del cine y de la moda de Estados Unidos, que comercializaron vídeos con sus propios programas de ejercicios aeróbicos. Muy pronto fueron adaptados por hombres y mujeres de todo el mundo, e incluso ha llegado a los niños bajo el nombre de "aeróbic infantil".
Esta gimnasia consiste en una serie de ejercicios intensivos que hacen funcionar los principales grupos musculares -sobre todo los de piernas y caderas- para proporcionarles resistencia aeróbica combinando movimientos rítmicos, repetidos constantemente, con algunos pasos de danza, que ejercitan todo el cuerpo. Los ejercicios aeróbicos están acompañados con un fondo musical que marca la intensidad de cada sesión. Porque si hay algo que caracteriza al aeróbic es una actividad constante que exige un permanente esfuerzo físico. Aunque existen niveles de baja y mediana intensidad.
El mayor objetivo del aeróbic es dinamizar el cuerpo. Los resultados que se obtienen con su práctica son la firmeza muscular, el enriquecimiento de los movimientos del cuerpo, el aumento de la resistencia cardiovascular, la disminución de la grasa corporal y también la potenciación de la coordinación física.
Las sesiones se inician con ejercicios suaves de calentamiento, seguidos de una parte principal de 15 a 20 minutos de movimientos constantes y finalizan con una sesión de relajación.

Actividad física y consumo de calorías
Practicar algún tipo de ejercicio físico o un deporte, consume una determinada cantidad de calorías por hora que varía de acuerdo con la actividad elegida. En el siguiente cuadro se puede ver una relación entre diferentes actividades y el consumo de calorías que suponen:
Correr (10 km por hora) 600 a 660 calorías
Natación de competición 600 a 660
Jogging suave 480 a 600
Baloncesto 480 a 600
Esquí 480 a 600
Tenis individual 420 a 480
Montar en bicicleta rápido 360 a 420
Andar rápido 360 a 420
Andar más rápido 300 a 360
Tenis por pareja 300 a 360
Golf 150 a 240
Andar despacio 110 a 150

Fitness
El fitness es un método adecuado para realizar trabajos de musculación y potenciación de la fuerza. Desarrollar los músculos incluso para mejorar el aspecto físico y lucir una estética acorde con la moda que se impone, no resulta una tarea complicada si se está dispuesto a realizar los ejercicios necesarios para conseguirlo. Este sistema combina una serie de ejercicios físicos con pesas y aparatos en los que se ejercitan los músculos o grupos musculares que más se quieren potenciar, sin que lleguen a desarrollarse como los de los culturistas.
Es importante no confundir el fitness con el culturismo, ya que el trabajo muscular para este último es mucho más intenso.
Los ejercicios del fitness, al tonificar los músculos, también ayudan a prevenir la pérdida de la masa ósea, ya que la estimulación para fortalecer los huesos es la misma que tonifica y desarrolla los músculos. Así se puede prevenir la osteoporosis, un problema que padecen ambos sexos, aunque en mayor medida las mujeres, a partir de los 60 años.
La práctica de esta gimnasia previene también la hipertensión, el riesgo de enfermedades coronarias -sus ejercicios fortalecen el corazón y el sistema cardiocirculatorio-, contribuyen a reducir el estrés y mantienen el peso al mismo tiempo que se reducen centímetros donde más se acumulan las grasas. Media hora de ejercicios con aparatos consumen doscientas calorías.
El fitness está indicado para la mayoría de las personas, ya que la resistencia de los aparatos se puede ajustar a las necesidades físicas de cada uno. Cada sesión consta de ejercicios de calentamiento, trabajos cardiovasculares, ejercicios de musculación en los aparatos y finalmente ejercicios respiratorios para relajarse. Puede durar entre una hora y una hora y media. Siempre debe estar dirigida por un monitor y se aconseja repetirla al menos dos veces por semana.

Gimnasia pasiva
Algunas personas, por diferentes motivos, no pueden llevar a cabo ningún tipo de esfuerzo físico de importancia. Otras, en cambio, ni siquiera se plantean -por pereza o por falta de voluntad- acudir a un gimnasio para seguir una tabla de ejercicios físicos que beneficien a su organismo y de paso moldeen su cuerpo. Sin embargo, en ambos casos, estas personas sí necesitan mover sus músculos para tonificarlos, ya que el exceso de sedentarismo los deja flácidos con mayor rapidez que a una persona que lleva a cabo alguna actividad física.
Quienes no pueden o no quieren practicar ejercicios físicos, tienen un recurso en la gimnasia pasiva. Un tipo de ejercitación muscular en la que no es necesario que la gente que la practica haga esfuerzo voluntario alguno. Concebida, como su nombre lo indica, para que la participación de los que acuden sea pasiva, una serie de aparatos se encargan de realizar por ellos una batería de ejercicios programados para tonificar los diferentes grupos musculares.
Los beneficios que otorga esta gimnasia están centrados, sobre todo, en la tonicidad de los músculos. El tiempo para alcanzarlos siempre es mayor que si se realiza una actividad física participativa. También se pierden kilos y se modela el cuerpo, pero a largo plazo ya que el desgaste de calorías es muy bajo.
Este tipo de gimnasia generalmente no se practica en centros deportivos, sino en institutos privados de estética.

Resumen
A partir del hombre primitivo la motricidad ha sido una necesidad vital. El movimiento permite la supervivencia. Desde esos primeros tiempos histórico en los que el desenvolvimiento era torpe se fue evolucionando y mejorando funciones motoras básicas como andar, correr, saltar, lanzar, coger, entre otras.
Los seres humanos son capaces de hacer tres tipos de movimiento, el voluntario (consciente) el involuntario (inconsciente) y el autónomo, ejemplificado por las rítmicas contracciones del corazón. A partir de estos principios se conciben los ejercicios físicos y las prácticas deportivas con una función social.
La práctica del ejercicio físico se ha convertido en las sociedades modernas en una válvula de escape al ritmo vertiginoso de la vida cotidiana, sobre todo en las grandes ciudades. Incluso a través de esta actividad se consiguen los modelos atléticos que esas mismas sociedades exigen, impuestos por las modas. Aunque también es sinónimo de calidad de vida ya que el bienestar que proporciona al organismo y al ánimo ha lanzado a gran número de personas a elegir diferentes tipos de gimnasias para poder conseguirlo.
La oferta de ejercitaciones físicas es amplia y se adapta a todas las necesidades. Quienes pretenden adelgazar y reducir grasas disponen de tablas de ejercicios físicos para quemar calorías, endurecer los músculos y reducir centímetros. Las personas estresadas, tienen una posibilidad para combatir la tensión nerviosa practicando alguna actividad deportiva que las destensione, como nadar, correr, jugar a la pelota o simplemente andar.
Las técnicas de relajación, como el autocontrol, la autohipnosis, la visualización o la activación permiten lograr un equilibro entre la mente y el cuerpo. El yoga (una de las más practicadas), permite también alcanzar esa armonía entre el cuerpo y la mente para lograr la estabilidad del sistema nervioso.
La actividad física contribuye también a prevenir enfermedades porque mejora la circulación sanguínea, fortalece los huesos y tonifica los músculos.
En cambio, convertido en moda, el ejercicio físico o las prácticas deportivas pueden resultar ineficaces e, incluso transformarse en hábitos perjudiciales ya que no se respetan ni los tiempos ni las condiciones correctas para realizarlos.
Durante los últimos años una serie de métodos de trabajo físico se han dirigido a la búsqueda de la estética, como el fitness o el aeróbic. Con el primero se potencian diferentes grupos musculares mediante una combinación de trabajos con pesas y baterías de aparatos.
El aeróbic contribuye, a través de la repetición de sus rítmicos ejercicios, a tonificar los músculos, aumentar la resistencia aeróbica y desarrollar el sistema cardiovascular.
La gimnasia pasiva es otra opción, enfocada a quienes no pueden realizar ejercicios violentos o a los muy perezosos, ya que una serie de aparatos ayuda a trabajar los diferentes grupos musculares: su finalidad es tonificarlos y quemar calorías lentamente.

El ser humano y la actividad física: los inicios

Las más primitivas formas de movimientos elementales que desarrolló en sus orígenes el hombre sobre la Tierra, representaron también sus primeros ejercicios físicos. En esas épocas remotas, la actividad física se relacio­naba sólo y exclusivamente con la supervivencia. Caminar, correr, saltar, trepar, lanzar y otros gestos básicos, obedecían a la necesidad natural que les impulsaba a conseguir lo imprescindible para sobrevivir.
El instinto de conser­vación de la especie y los movimientos que proponía condicionó el desarrollo del cuerpo humano para poder cumplir dife­rentes activida­des. Así el hombre fue modifican­do su aparato musculoesquelético para adoptar distintas posiciones y para realizar determinados movimientos vinculados a las tareas de su vida cotidiana: la persecución, la caza, la pesca, la recolección de frutos, la lucha cuerpo a cuerpo, entre muchas otras.
Eran ésas acciones que un entorno poco favorable obligaba a repetir constantemente. Más tarde, el desarrollo paulatino del homo sapien­s permitió la evolución, multiplicación y afinación de esos movimientos, buscando tareas más precisas que necesitaban de una mayor coordi­nación y del uso de segmentos del cuerpo más específicos, como las manos y sus dedos, por ejemplo, para trabajos manua­les artesanales.
Durante esos momentos perdidos en la prehistoria humana, el hombre preparaba su físico inconscientemente, ya que la propia repetición de esas actividades le proporcionaba la fuerza, la velocidad y la resistencia adecuada para realizarlas. Correr tras los animales en las sabanas o las laderas de las montañas; lanzar las piedras o lanzas, trepar por los árboles para alcanzar los nidos de las aves o pelear cuerpo a cuerpo contra otro hombre o animales salva­jes; desplazarse dentro del agua o nadar, no eran deportes que buscaran llenar el tiempo libre, tal como se consideran las activida­des físicas al final del siglo XX. Se trataba de imprescindibles activida­des vinculadas con la satisfacción de las necesidades elementales.

Desarrollo histórico
Junto con la evolución del hombre se transformó aquel acondicionamien­to físico prehistórico, primiti­vo e inconsciente. El punto de inflexión se produce cuando el ser humano comprende que la actividad física redunda en una mejora de su rendimiento para las acciones que realiza utilizando su cuerpo. Entiende que la repetición de los movimientos y la intensidad con que los realiza le proporcionan mayor fortaleza, mayor velocidad, más resistencia y más flexibilidad. Sin embargo no le interesan esos resultados en sí mismos sino porque suponen una mayor ventaja para imponerse en la competencia por el poder, en la lucha individual o colectiva contra otros pueblos y también en la cobertura de sus necesidades bási­cas, cada vez más ampliadas. Es enton­ces cuando comienza a utilizar el ejercicio físico para reali­za­r esas activi­dades con mayor eficacia.
Aproximadamente 3.000 años a. de C. ya se realizaba en Japón y China una especie de gimnasia sistematizada que escapaba a la actividad física propia de las necesidades diarias. Existen dibujos y grafías de esas épocas que lo testimonian. Incluso más tarde, en los pueblos de Medio Oriente y Asia (egipcios, caldeos, sirios, persas) se registran similares ejercicios físicos, ya vinculados con una especie de preparación para la guerra. Se trataba del desarrollo de técnicas primitivas pa­ra la lucha personal hombre a hombre.
En general la preocupación por ampliar el poder físico estaba relacionado íntima­mente con la defensa de los intereses de cada pueblo o su ambición de conquista. De modo que la preparación física consciente y más desarrollada pretendía contar con soldados más fuertes que los del ejército adversario.
Esta conducta se transforma en Grecia. La civilización helena, sobre todo la sociedad ateniense (la espartana seguía relacionando el acondi­cio­namiento físico con la preparación para la lucha) creó un culto al cuerpo, un ideal estético que se modelaba a través de la preparación física.
Los griegos engendraron una sociedad en la que el mundo intelectual tenía la misma importancia que el mundo corporal. Ambos conformaban la perso­na­li­dad y ambos debían ser desarrollados conjuntamente e incluso relacionados. Por este motivo las actividades física en Grecia estaban vinculadas a ciertas metas por adquirir ideales de perfec­ción y de belleza creados en la imaginación de sus filósofos y pensado­res. De manera que las prácticas físicas se impartieron en los colegios públicos y se crearon diversas actividades deportivas basadas en capacidades físicas básicas, como saltar, correr, lanzar­, etc. Así se difundió la organización de competencias en las que se practicaban todas esas actividades para buscar el mejor. Se distinguie­ron los juegos Nemeos, los Píticos y los Ístmicos, aunque los más famosos y cuya influencia marcó el camino del deporte hasta la actualidad fueron los desarrollados en la ciudad de Olimpia cada cuatro años: los Juegos Olímpicos. Su lema estaba basado en la meta de perfección física que perseguía el ideal de la cultura griega de entonces: más alto, más fuerte y más lejos. Objetivos de superación que obligaban a la preparación intensiva de los atletas. Para ello disponían de preparadores físicos que se ocupaban de esa tarea a través de métodos específi­cos y sofisticados. Los entrenado­res de los corre­do­res eran los xistarca; los de los luchado­res, los agonis­tiarca y los del resto de atletas se llamaban paido­triba.
La decadencia de la civilización griega fue sucedida por el dominio del Imperio Romano, cuya prácticas físicas estuvieron destinadas al entrenamiento para la lucha. Fue el antecedente que marcó el camino durante la larga Edad Media. Durante esta era, incluido el Renacimien­to, la preparación física adoptó la forma de juegos y compe­ticio­nes relacionadas con aspectos religiosos o el entrenamiento de las tropas militares para la guerra. Se denominaban torneos o justas. Según los pueblos y su desarrollo cultural se practicaron la lucha, la esgrima, juegos variados de pelota, equitación, ajedrez, tiro con arco o ballesta o carreras a pie o a caballo, entre otras activi­dades.

Juegos Olímpicos
Los primeros Juegos Olímpicos tuvieron lugar en el año 776 a. de C. en la ciudad griega de Olimpia. Tenían un carácter religioso y espiri­tual, no sólo deportivo. Se consagraban a sus dioses las bondades de la belleza y la fuerza humanas. Los juegos eran tan importantes que su celebración podía implicar una tregua si estaban en guerra dos ciuda­des o reinos. Los Juegos Olímpicos modernos se celebran desde 1896 por iniciativa del barón francés Pierre de Coubertin. Desde entonces y a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI se celebraron 29 ediciones (contando a Pekín 08). Sólo fueron inte­rrumpidos por la Primera y la Segunda Guerra Mundial los Juegos de 1916, 1940 y 1944.

Antecedentes modernos
La Revolu­ción Industrial, con origen en Gran Bretaña en el siglo XVIII, es el aconteci­miento histórico cuyos efectos modifican los conceptos de la prepara­ción física. En aquellos años el advenimiento del trabajo en talleres durante jornadas laborales prolongadas y duras, exigía esfuerzos de adaptación de los obreros.
La preparación física era un método desti­nado a obtener un mayor rendimiento físico de los trabajadores encar­gados de conducir las primeras máquinas industriales y de adaptarse a una nueva organización del trabajo.
El concepto de mayor rendimiento, de mejor acondicionamiento físico se traslada luego a las prácticas deportivas que comienzan a surgir, principalmente en el Reino Unido durante el siglo XIX. Las islas británicas son el punto de partida donde la práctica deportiva como juego y competencia en el que ya sea por enfrentamiento individual o por equipo existe una disputa respetando ciertas reglas. Así surgen los deportes modernos que se difundieron rápidamente por el mundo como el rugby, el fútbol, el tenis, el hockey, la natación, el golf, el atletismo, etc.

Resumen
Cuando el hombre surgió sobre la Tierra sus movimientos y acciones físicas tenían como único objetivo la supervivencia. Corría, trepa­ba, saltaba, lanzaba o agarraba, entre otros movimientos básicos, con la intención de perseguir sus presas de caza, recolectar frutos y plantas, pescar, luchar contra otros hombres o contra los animales. Era su manera de defenderse de un medio agresivo. No era consciente de que su acondicionamiento físico se producía como consecuencia de las propias actividades que desarrollaba.
Civilizaciones más avanza­das descubrieron la importancia de prepararse físicamente para la guerra, para ser más fuerte que el oponente. Mientras que otras sociedades lo vincularon a ideales de perfección y belleza como los griegos, cuya herencia olímpica llegó hasta nuestros días con mayor fuerza.
Los juegos, torneos y justas de la Edad Media rememoraron el uso de la preparación física para la batalla. Mientras que la Revolución Indus­trial que rápidamente se distribuyó desde Inglaterra hacia toda Europa en el siglo XVIII extendió la preparación física relacionándola al tema económico-productivo: los trabajadores de las fábricas debían estar bien preparados para soportar los rigores del trabajo y sus exigencias. En menos de un siglo, los primeros agobios de la cultura industriali­zante ocasionaron que la propia preparación física se extendiera con la forma de juegos recreativos que permitieran canalizar cierta agresividad contenida, que actuaran como una distracción tranquilizante durante el tiempo libre. Esos juegos fueron tomando mayor dimensión y dieron lugar a la semilla de los deportes que actualmente se formalizan con reglas muy puntuales nacidas en general a mediados del siglo XIX, en la mayor parte de los países. A partir de entonces la preparación física tuvo como objetivo el acondicionamiento general y la práctica deportiva.