miércoles, 6 de agosto de 2008

Leyendas de los cinco círculos I




Harold Abrahams-Eric Liddell

La otra cara de Carros de Fuego


Sus compañeros de Repton School, una de las más reputadas escuelas del Reino Unido, nunca le vieron reír. En aquella Inglaterra de inicios del siglo XX las luchas de religión tenían formas soterradas, no tan violentas y abiertas como las que enfrentaban a protestantes y católicos. Tradiciones arraigadas y férreas, le llamaban los dirigentes políticos del Imperio que moría. Otros las describían, en privado y tomando el té, como la discriminación natural ante ciudadanos de segunda categoría. Harold Maurice Abrahams lo sabía. Por eso no reía. Él había nacido como una víctima de esa segregación silenciosa, disimulada, que apartaba del trato social al extraño. Abrahams era inglés hasta la médula. Había nacido el 15 de enero de 1899 en Bedford. Pero su padre era un inmigrante judío llegado de Lituania pocos años antes. A pesar de hacer fortuna, el respeto social no estaba a su alcance, era cuestión de los demás: solo le prodigaban saludos hipócritas y sonrisas forzadas. Era inmigrante y además judío: lo soportaban porque tenía dinero. Harold lo percibía y vivía a la defensiva desde pequeño. En su mente se afianzó la necesidad de luchar siempre para hacerse un lugar en la sociedad. Necesitaba ser aceptado. Estudiaba más que nadie, y cuando practicaba atletismo era el más competitivo. Odiaba perder. Su sensación de inferioridad fue el motor que movió su voluntad. Destacó como un especialista en 100 y 200 m lisos y en el salto de longitud. El atletismo era el camino más rápido a la aceptación social. Fue seleccionado para los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920. Pero no pasó de cuartos de final en los 100 y 200 metros y consiguió un cuarto puesto en el relevo de 4x100. Cuando entró a estudiar derecho en Cambridge, aún se dedicó con más afán al entrenamiento. Furioso consigo mismo, torturado por triunfar, siguió entrenando y estudiando siempre más que los demás. Un año antes de los juegos de París 24, Abrahams, obsesionado por el éxito, decide contratar a un entrenador profesional: un escándalo para la asociación inglesa de atletismo aficionado. Lo cuestionaron y despreciaron porque rompía con la tradición, pero eso era justamente lo que quería Abrahams.
Scipio Africanus “Sam” Mussabini, fue su entrenador durante los seis meses previos a los Juegos. Mussabini era otro marginado del entorno social selecto: nacido en Londres, entre sus ancestros se acumulaban árabes, turcos, italianos y franceses. Lo miraban por encima del hombro. Mussabini entrenaba con los métodos más modernos, desde recursos psicológicos hasta la fotografía de la carrera para corregir la técnica. Además de un exigente y meticuloso entrenamiento físico. No era un improvisado, había entrenado al ganador del oro olímpico en los Juegos de Londres 1908, el sudafricano Reggie Walker. Y en Amberes, en los Juegos de 1920, había sido coach de Albert Hill ganador de las medallas de oro en 800 y 1.500 m y de Harry Edward, bronce en los 100 m. Pero ser un colaborador profesional en un deporte amateur lo mantenía en las sombras. Con Harold Abrahams formaron la dupla perfecta: mentalidad ganadora, ambición y hambre compartido por el prestigio que la sociedad les negaba.
Pocos meses antes Abrahams se deshizo de una sombra que lo perturbaba. Cuando se seleccionó al equipo inglés para ir a los Juegos de París su contrincante en los 100 m era su compañero Eric Liddell, un escocés de sangre y chino de nacimiento que había heredado el fervor religioso de sus padres, misioneros protestantes de la Sociedad Misionera de Londres en China. Nació en Tianjin, el 16 de enero de 1902, pero a los seis años ya se estaba educando en la capital inglesa. Al contrario que Abrahams, Liddell tenía una vigorosa fe serena que lo impulsaba desde el convencimiento: sus dotes naturales para destacar en el atletismo de velocidad las atribuía a un don divino. Él corría por su dios y para su dios. Por eso, cuando se estableció el calendario de pruebas para los juegos parisinos y la final de los 100 m se colocó un domingo, día sagrado, pese a la presión del entorno social, renunció a correr esa prueba. Se entregó, como devoto que era, al entrenamiento de los 200 m y de una prueba que no le era tan familiar, los 400 m lisos.
La mañana del domingo 7 de julio, cuando el sol entibiaba París, Eric Liddell fue a la iglesia y luego al estadio Colombes, a ver a su compañero Harold Abrahams disputar la final de los 100 m lisos ante los estadounidenses Jakcson Scholz, mejor marca de la temporada, y el campeón olímpico anterior y favorito, Charlie Paddock.
Antes de salir de la pensión, Mussabini le dijo a Harold: “piensa solo en dos cosas: el disparo y la cinta. Cuando escuches el primero corre como el mismísimo infierno hasta romper la segunda”. Abrahams concentró la máxima energía de su orgullo. Sorprendió a todos: triunfó con una marca de 10.6 s y fue el primer europeo en ganar un oro olímpico en los 100 m. Su victoria, al fin tenía regusto a revancha. Se fue a festejarlo en la intimidad con su entrenador, el único capaz de entender sus lágrimas.
Días más tarde, la fe perseverante e inquebrantable de Liddell también generaba asombro. Tras quedar tercero en la prueba de 200 m, ganó los 400 m, con una marca brillante de 47.6 s. Voló sobre la pista como si la fatiga no fuera cosa de este mundo. Abrahams, en las gradas, sintió un agradable alivio.
Los dos consiguieron lo que querían: ganar para superar fronteras. Abrahams, reconocido y jaleado como atleta, fue durante años comentarista deportivo de la BBC, hasta que se convirtió en presidente de la Federación Británica de Atletismo. Murió a los 78 años.
Liddell siguió el camino de sus padres. Su misión protestante en Siaochiang, China, fue un lugar peligroso cuando se declaró la guerra con Japón, pero Liddell no renunció a su fe: se negó a abandonar a su gente. En 1943 los japoneses lo internaron en un campo de prisioneros de Weishien. Murió dos años más tarde de un tumor cerebral.

Esta historia se inmortalizó, con algunas adaptaciones del guión que modifican la realidad de lo sucedido a las necesidades dramáticas que requiere el cine, en la película Carros de Fuego (en varios países de Latinoamérica se tituló "Carrozas de Fuego") ópera prima del debutante director Hugh Hudson, estrenada en 1981. Fue protagonizada por Nicholas Farrel, Nigel Havers, Ian Charleson y Ben Cross. Recibió cuatro Oscar: al vestuario, a la fotografía, al guión y a la inolvidable música que compuso Vangelis para su banda sonora.

viernes, 27 de junio de 2008

Hace 50 años cambió el fútbol...


Hace medio siglo cambió la historia del fútbol, aunque pocos en aquellos momentos lo hayan advertido. La VI Copa del Mundo disputada en Suecia, en junio de 1958, tuvo todas las claves para convertirse en una referencia mágica para el mundo del fútbol. El torneo estuvo rodeado de una mística especial tras el accidente aéreo del 6 de febrero en el que murió la mayoría de la plantilla del primer equipo del Manchester United inglés, ocho de ellos titulares de la selección inglesa.Brasil obtuvo por primera vez el título mundial, ocho años después de la frustración que vivió en su “propio mundial” en 1950, cuando perdió una inolvidable final con Uruguay 1-2 en el estadio Maracaná y que pasó a la historia como el “Maracanazo”. El goleador del torneo, el francés Just Fontaine, logró 13 goles, una cifra que jamás se superó. Fue además, el de Suecia, un título simbólico: el único que logró ganar una selección sudamericana en tierras europeas hasta el día de hoy. También fue la primera vez que se puso en juego la Copa Jules Rimet, que doce años más tarde, Brasil se quedaría definitivamente en sus vitrinas, tras ganar su tercer campeonato en México 1970. Y hubo un acontecimiento que, cincuenta años más tarde, tiene la relevancia de una señal profética: fue el primer campeonato del mundo trasmitido por televisión a cerca de 60 países. Nadie hubiese dicho en aquel momento que esa pequeña pantalla iba a tener una influencia tan desorbitada en el futuro negocio futbolístico mundial.
Esta “alineación mágica” de sucesos se concentró solo en uno que eclipsó al resto: el advenimiento de un ídolo elegido para marcar época: Edson Arantes do Nascimento.
La historia comienza ocho años antes de la final del torneo sueco, en que Brasil derrotó a Suecia, aquella tarde seminublada del 29 de junio de 1958.
Hay que retroceder en el tiempo. El lugar es Brasil. La fecha, 16 de julio de 1950. El árbitro de la final deseada por millones de brasileños pita el final: el silencio es ensordecedor en el estadio Maracaná. Solo se escuchan los gritos de alegría de los jugadores uruguayos. Brasil acaba de perder “su” mundial. La tristeza invade el país y en un pueblo del estado de Mina Gerais, Tres Coraçoes, un niño de nueve años consuela a su padre que llora abrazado a la radio. El chico de ojos grandes, delgado y con gesto tierno le promete que cuando sea mayor ganará el título del mundo para él. Desde la cocina, su madre Celeste, le grita que se olvide, que con el fútbol no llegará a ninguna parte, que se convertirá en un pele (un don nadie en lengua coloquial).
Edson Arantes do Nascimento, el Pelé de Celeste, fue el Elegido.
Vicente “El Gordo” Feola, entrenador de Brasil, lo llevó al Mundial 58 como una promesa. Ya había debutado el año anterior en la Selección mayor y tenía padrinos importantes como los veteranos Bellini y Orlando y el portero Gilmar. Tenía un desparpajo y una calidad técnica que no cabía en la fragilidad de su cuerpo delgaducho. Ante la insistencia de sus jugadores referencia, Feola lo hizo jugar contra la Unión Soviética en los partidos de clasificación, pero no convenció demasiado, pese a algunos destellos. Junto a Pelé también se alineó Garrincha, otro joven medio enclenque, de 24 años pero con una capacidad para driblar y desbordar adversarios deslumbrante, incluso para los brasileños. El equipo fue tomando forma y confianza. En cuartos de final un golazo de Pelé le abre a Brasil el paso a semifinales. La leyenda empezaba a asomar la cabeza. En semifinales Brasil enfrentaba a la Francia goleadora de Raymond Kopa, Roger Piantoni y Just Fontaine. Allí estalla el genio: tres goles de Pelé le pusieron el lazo al “jogo bonito” de Didi, Djalma Santos, Zito, Garrincha y Zagalo. Era la base de ese equipo que sin estridencias, con la humildad de un fracaso reciente en Sudamérica (había perdido el campeonato sudamericano el año anterior, ante Argentina) supo crecer hasta alcanzar la dimensión de conjunto gracias a la brillantez de sus jugadores. Y así llegó el 29 de junio: la final. Enfrente estaba la sorprendente selección local que había derrotado a Alemania 3-1. Brasil había recuperado su alegría natural, esa que nacía de los morros y las favelas, del hambre real y del hambre de fútbol, del placer por jugar. Encontró otra vez la esperanza, con un ojo puesto en el “Maracanazo”. El partido empezó con un gol de Suecia, pero el control era de Brasil con toques y más toques, un juego mareante y lento, de encantador de serpientes, que se aceleraba cuando pasaba por los pies de Garrincha, Didí o Pelé y que acababa a un solo toque, un toque de gol, cuando llegaba a pies del goleador Vavá. Y fue éste el que lo puso arriba en el marcador con dos goles. Después llegó la consagración del genio adolescente: dos golazos de Pelé y uno de Zagalo destrozaron el fervor sueco. Al final fue 5-2 para Brasil, y los centrales suecos aplaudiendo los goles de Pelé. Algo insólito en un partido de fútbol e impensable en la actualidad. Con el estadio Rasunda de Estocolmo puesto en pie y aplaudiendo como en la Opera, los brasileños alzaron “su” copa por primera vez. Cambiaba la historia del fútbol. Empezaba el fútbol moderno. Aparecía el ídolo que iba a ser considerado el mejor jugador del mundo. Pero la foto del festejo reflejaba sentimientos más simples y primarios: un chico de 17 años lloraba a lágrima tendida sobre el pecho de Gilmar, de Bellini, de Orlando. La ternura lo llevaba a Tres Coraçoes, a un hombre triste sobre una radio, a una promesa.

martes, 17 de junio de 2008

Así condicionan los factores psicológicos el rendimiento del futbolista en la competición


Introducción
En este trabajo se ofrece una visión general de los procesos de ansiedad y estrés en general y vinculados especialmente con estímulos que percibe el futbolista: desde traumas hasta síndromes o miedos arraigados en su psique, o como consecuencia de la reproducción de conflictos deportivos que le producen vivencias negativas. También se observan los efectos fisiológicos y conductuales provocados por esos estímulos psíquicos. Y cómo esas consecuencias a su vez disminuyen su rendimiento durante la competición.

Prólogo
Cada vez más frecuentemente se oye hablar a los futbolistas, a los entrenadores, a los preparadores físicos, al resto del entorno técnico-profesional y dirigencial vinculado al fútbol y a sectores que conforman el entorno social, desde espectadores hasta medios de comunicación, sobre las presiones que sufren los jugadores cada vez que entran a un terreno de juego.
La importancia de los factores psicológicos que influyen en su desempeño ha tomado una relevancia manifiesta. Hasta hace pocos años estaba supeditada a situaciones extremas: partidos finales, fases clasificatorias, encuentros para evitar el descenso o la ejecución de un penalti decisivo, por poner algunos ejemplos. Actualmente se habla de la influencia fundamental que ejerce el estado de ánimo, modificado por los estímulos internos y externos, sobre el jugador. Y cómo varía su rendimiento en el campo de juego a la hora de disputar un partido de fútbol, con valor decisivo o sin él. A modo de ejemplo: se cuestiona si el apoyo del público propio, considerado generalmente como un impulso positivo, puede resultar una presión negativa para algunos jugadores. O si el exceso de motivación deviene en agresividades no deseadas y gastos de energía inútiles. A partir de la formulación de cuestiones de este tipo, y de otras muchas similares, se abrió una puerta para profundizar en el estudio de los diversos factores psicológicos que condicionan negativamente el rendimiento individual y colectivo de los futbolistas.

1.0 Presión y autopresión
El estado emocional de un futbolista cambia sustancialmente cuando está presionado; definiendo presión como un genérico que incluye las tensiones que provocan demandas externas que el jugador no puede cumplir, y autopresión, como la exigencia que ese jugador se reclama a sí mismo por encima de sus propios límites (Marcelo Roffé, 2003).
Actualmente el futbolista de elite está la mayor parte del tiempo expuesto públicamente. Tiene un escaso ámbito privado, circunscrito casi por completo a su vida familiar. Esa exposición social lo transforma en el blanco de las exigencias del público, los medios de comunicación, el cuerpo técnico, los dirigentes. Y la presión se centra y aumenta específicamente durante el partido de fútbol. En ese escenario se le pide que responda con la máxima perfección a los deseos y fantasías de ese entorno social, sin reparar en muchos casos, en su estado anímico y físico, en sus propias decisiones, en las relaciones socioafectivas de ese momento, etc.
En relación o no con las presiones externas los jugadores experimentan en ocasiones demandas propias para realizar acciones para las que no están preparados. En oportunidades un jugador de buen nivel y rendimiento regular juega lesionado; sin embargo se exige a sí mismo un rendimiento del 100 por cien, ignorando las dificultades que padece.
Esa autopresión puede reducir aún más su rendimiento, ya limitado por la
lesión. Tiene sentimientos depresivos de frustración y culpa generadores de una alta ansiedad que provoca, a su vez, diversos efectos negativos en su conducta deportiva: falta de concentración, inseguridad, reducción de la autoestima, conducta agresiva, etc.
En general todos los estímulos vinculados a la presión, externos o internos, provocan un aumento de la ansiedad. Y ésta se dispara por encima de los niveles de tensión competitiva, reconocidos como necesarios para responder a las demandas del juego: agresividad deportiva, atención, estado de alerta....

2.0 Ansiedad y ansiedad competitiva
Sigmund Freud definió en 1936 la ansiedad como la manifestación de la energía reprimida por la libido. Poco después corrigió o amplió el concepto: la ansiedad era como una señal de peligro inminente que percibía el organismo. Ese peligro podía ser externo o ser una anticipación del ego que se traducía en impulsos agresivos. Fue el comienzo, porque a partir de entonces otros científicos bucearon en la ansiedad comprobando que esas definiciones freudianas eran cortas. En realidad la ansiedad era un fenómeno mucho más complejo.
Una teoría clásica define la ansiedad como una propiedad de la personalidad estable y la considera como un punto más en el proceso de activación. Otro autores han sumado a esta definición, cercana a la fisiología, un componente cognitivo: cuando la activación se interpreta como algo negativo que impide la adaptación, entonces los índices de activación pueden ser considerados como indicadores de ansiedad (Sara Márquez Rosa, 2004).
Tal cómo explica Howard Slusher (Hombre, deporte y existencia-1967): (...) “Como en la mayor parte de los aspectos de la vida, la ansiedad también está presente en el deporte (...) Cada vez que una persona sale al campo no solo vive con ansiedad sino que la aprovecha, ya que le motiva para conseguir una mejor utilización de sus habilidades en la competición”. Sin embargo hay un momento en que la ansiedad competitiva cambia sus estímulos positivos en negativos. Para Pons y García Merita, la competición se convierte en una amenaza para el jugador cuando es capaz de percibir el carácter irrepetible, irreparable y efímero que tiene un partido de fútbol.
Irrepetible: porque, a pesar de haber disputado muchos encuentros, considera a ese partido en particular (por lo que está en juego) como una oportunidad única para alcanzar un objetivo de la máxima importancia.
Irreparable: porque debe demostrar sus capacidades sin margen de error ya que no hay posibilidad de rectificar. Si bien ésta es una característica de cualquier juego, en ese partido de singular trascendencia, se dispara esa sensación de que los márgenes de error se acortan: seguramente piensa que no hay tiempo para rectificar un gol en propia meta, un penalti decisivo fallado, etc.
Efímero: porque en ese escaso tiempo se resuelve el resultado: victoria o fracaso. Por ejemplo durante una final: en 90 o 120 minutos se define todo el trabajo de decenas de partidos y de entrenamientos anteriores. Quizá para un futbolista, signifique la respuesta a toda su vida deportiva.
Bajo estas premisas un jugador superado por esa ansiedad negativa considera como objetivo único ganar la competición sí o sí. Es una necesidad tan extrema que erradica cualquier otro pensamiento. Un entrenador habló de la ansiedad que provocan las “urgencias históricas”. El jugador, superado por esa “urgencia”, es incapaz de considerar que su activación debe estar encarada hacia objetivos intermedios, como la atención a los cambiantes factores del juego para darles respuestas adecuadas; la correcta realización de los gestos técnicos en cada situación de juego para superar o anular al adversario; la percepción objetiva de las posiciones y movimientos tácticos para intentar obtener una ventaja deportiva; la administración más acertada del gasto energético en función de sus acciones para optimizar el rendimiento físico. Es decir, deja de lado los mecanismos del juego indispensables para rendir en las mejores condiciones.

2.1 Tipos de ansiedad
Según algunos autores, la ansiedad no se considera como un estado emocional simple, sino complejo y variable en el que influyen sentimientos subjetivos de aprensión y tensión. Estos están relacionados con la activación psicofisiológica del individuo manifestada como respuesta a estímulos cognitivos (internos) o ambientales (externos) (Pons y García Merita, 1994; Sara Márquez Rosa, 2005). Las diversas motivaciones personales que impulsan al futbolista a realizar el juego-trabajo que desempeña actúan como factores que influyen en su estado emocional. Una situación económica familiar y personal de suma necesidad, que le hace ver al fútbol como una tabla de salvación; el carácter de la competición que está disputando y la instancia de la misma (eliminatorias en las que se juega a todo o nada cada partido); un fuerte e incontrolable deseo competitivo propio de su personalidad, son situaciones que desembocan en una mayor autoexigencia y en el aumento consecuente de la ansiedad.
La ansiedad cognitiva está ligada a una característica exclusiva del ser humano: la capacidad para disparar estados emocionales y/o fisiológicos a partir de la anticipación de los estímulos psíquicos. Es decir, un futbolista aumenta su estado de motivación y supera la barrera de activación/implicación, cuando imagina hechos negativos que pueden suceder. Evalúa diversas situaciones como desfavorables o valora negativamente la falta de control sobre las incertezas de la competición. Sus pensamientos lo trasladan al campo de juego y se imagina en situaciones negativas o ante momentos decisorios que le trasmiten inseguridad.
La ansiedad ambiental está provocada por múltiples estímulos: el entorno familiar y amistoso, el entorno técnico e institucional (dirigentes, entrenadores, preparadores físicos, médicos, fisioterapeutas), el entorno social (los medios de comunicación, los espectadores). Todo ellos demandan de forma directa o indirecta (con su pedido explícito o con sus comentarios o actitudes) una exigencia al jugador: ganar, golear, jugar mejor, implicarse más.
La ansiedad cognitiva interactúa con la ambiental y pasa de manifestarse en un terreno exclusivamente psíquico al terreno fisiológico, donde se observan los efectos en la tensión muscular, en la frecuencia cardiaca, en la frecuencia respiratoria, en la dilatación de las pupilas, en la epidermis, en el funcionamiento de glándulas excretoras....

2.2 Causas de la ansiedad
El origen primero de la ansiedad es la percepción del futbolista de que ante un partido (momento donde debe demostrar sus capacidades) las demandas de esa competición están por encima de sus posibilidades. Esa interpretación subjetiva de un hecho objetivo (el partido) lo lleva a lo que se llama una inadecuación entre el objetivo a obtener y sus posibilidades para llevarlo a cabo en el momento requerido. ¿Por qué duda? ¿Por qué se siente inseguro? Porque no tiene confianza en sus capacidades para poder responder a las exigencias.
El síndrome de inadecuación en sí es una definición genérica de la causa de ansiedad. Sin embargo muchos autores coinciden en que existen causas personalizadas de la ansiedad que tienen que ver con la propia personalidad del individuo, su estado de ánimo en el momento precompetitivo y competitivo y en la valoración de su entorno. En deportes individuales estas causas se pueden aislar mejor, en la medida que hay que interpretarlas sobre un solo deportista.
En deportes de equipo, como el fútbol, donde el rendimiento individual está interrelacionado con el desempeño de sus compañeros y en oportunidades depende de ellos (un delantero aislado y sin conexión con el resto de sus compañeros por cuestiones tácticas, puede que no entre en juego ni haga goles y su rendimiento sea valorado como bajo) exigen un estudio más detallado de las causas y de cómo interactúan.

3.0 Manifestación de la ansiedad
Las manifestaciones de la ansiedad se clasifican de diferentes maneras. Hay autores que hablan de demostraciones cognitivas, emocionales y fisiológicas y otros de demostraciones conductivas, subjetivas y fisiológicas. En cualquier caso siempre distinguen tres manifestaciones interrelacionadas ya que, como se explicó anteriormente, un futbolista ansioso por cuestiones subjetivas evidencia cambios fisiológicos que lo llevan a modificar su conducta.

3.2 Manifestaciones cognitivas o subjetivas
Las manifestaciones cognitivas o subjetivas se pueden interpretar como aquello que el futbolista piensa para poder solucionar un problema. Se manifiesta en oportunidades como un bloqueo mental que le impide resolver una situación de la manera más adecuada. A partir de los diferentes niveles de ansiedad ese futbolista puede tener dificultades para armar ideas, sentirse confuso y desconcentrado como consecuencia de elegir inadecuadamente las decisiones.
Cuando se dice que un jugador de fútbol está demasiado “acelerado”, esa representación de su conducta tiene un origen cognitivo: percibe una realidad tamizada por una subjetividad que lo conduce a no encadenar sus ideas según su forma de pensar habitual....

3.2 Manifestaciones fisiológicas
Las manifestaciones cognitivas provocan reacciones en el organismo que se manifiestan fisiológicamente. La ansiedad (también el miedo) provoca un aumento del trabajo del sistema nervioso autónomo, el incremento de la actividad eléctrica de la epidermis, el aumento de la frecuencia cardiaca y también del ritmo respiratorio y del tono del aparato musculoesquelético. Sin embargo, como ya se verá en los puntos siguientes, cuando se hable de evaluaciones de la ansiedad, todavía se hace muy difícil evaluar estas manifestaciones fisiológicas de forma aislada para asignar una relación con síntomas inequívocos de ansiedad. Sobre todo porque estas manifestaciones corresponden también a la activación y a la adaptación del organismo del futbolista para jugar al fútbol. De manera que la cuantificación de esos valores para poder determinar que corresponden exactamente a un estado de ansiedad todavía no se pueden determinar con absoluta certeza; si no es en relación con el resto de manifestaciones que conforman el cuadro de ansiedad....

3.3 Manifestaciones conductuales o emocionales
Estas manifestaciones son la demostración de los temores e inseguridades que percibe el futbolista y que le hacen variar su conducta. La ansiedad puede manifestarse, entonces, en el enfado del jugador (con él mismo o con alguien del ambiente: un rival, el árbitro, su entrenador, un compañero, etc). Incluso ese enfado puede transformarse en furia, disparándose, de forma incontrolable su agresividad. De este modo, ante estímulos considerados “normales” para un deporte de contacto, pueden tener reacciones desproporcionadas.
Esas manifestaciones pueden también ser introspectivas y demostrarse a través de una conducta atemorizada que se traduce en la notable disminución de sus prestaciones durante el encuentro. En estos casos se suele decir que un jugador “desaparece” del juego, porque no participa del mismo, no se muestra activo y se “esconde” en zonas del campo alejadas de donde trascurre el juego sin ofrecerse a sus compañeros. En oportunidades se lo nota “ausente” como consecuencia de un estado de depresión que lo lleva a una conducta errática deportivamente y lo inhibe para competir.



4.0 Evaluación de la ansiedad
Todos los factores explicados pueden evaluarse de una manera u otra. Sin embargo el grado de complejidad no es poco. Los estados de ansiedad competitiva (incluso sus manifestaciones previas a la competición) solo se dan en un contexto concreto: la propia competición, de manera que su medición debe realizarse en los momentos previos a jugar un partido y durante el mismo. Es sólo entonces cuando se puede mesurar el estado de activación o de ansiedad del futbolista.

4.1 Evaluación de la conducta
Se realiza a través de la observación del futbolista. Sin embargo tiene la dificultad expuesta anteriormente: solo es válido el indicador de su comportamiento cuando se lo mide en el contexto adecuado. Puede ser, por ejemplo, que un futbolista esté retraído, silencioso, “ausente”, hosco, poco locuaz, características que no corresponden a su carácter habitual. Sin embargo ese humor puede responder a un estado de concentración máximo en su objetivo (el partido) y ser indicador de sus niveles de activación y no de ansiedad. Otro ejemplo: también es factible observar con detenimiento a un jugador cuyo carácter deportivo habitual es agresivo. Se comporta hiperactivamente, no deja de azuzar a sus compañeros en los momentos previos al encuentro -sin ser necesariamente un líder del grupo- y se lo observa sobrexcitado. Si esos indicadores observables de su conducta coinciden luego con un rendimiento por debajo de su nivel en el campo de juego y con grados crecientes de desconcentración, imprecisiones técnicas, errores tácticos, pronta fatiga y excesiva agresividad, se podría confirmar su estado de ansiedad.
Los porcentajes de fiabilidad de las evaluaciones conductuales del jugador dependen del conocimiento de su estado anímico, de sus reacciones en la vida diaria, de los entrenamientos y de las conclusiones extraídas de la observación durante competiciones anteriores. De tal modo que el observador pueda contrastar la información. Junto con estos datos hay que considerar también los niveles de autoexigencia y las presiones ambientales que se manifiestan durante el partido de referencia.

4.2 Evaluaciones fisiológicas
La medición de la frecuencia cardiaca es uno de los medios para poder evaluar los estados de ansiedad. Sin embargo diversos autores (Jonhston y col, 1990; Kubitz y Landers, 1993) advierten que la actividad física desarrollada durante la competición y los niveles de fatiga, pueden tener una influencia determinante en estos parámetros. De manera que si bien en otros deportes (por ejemplo los denominados de riesgo) la respuesta cardiaca puede resultar fiable, en el futbolista no necesariamente resulta segura.
En un trabajo realizado sobre el estado de los deportistas en los momentos previos a la competición (A.Z. Puni, 1974) se clasifican tres estados psicofisiológicos: óptimo, excesiva motivación (fiebre de pre-arranque) y apatía (apatía de pre-arranque). En el siguiente cuadro-resumen se observa la sintomatología en cada estado, relacionada con la motivación, el perfil cognitivo, la conducta, las reacciones fisiológicas y sus interrelaciones:



5.0 Síndromes y miedos
Ya se ha visto que las presiones ambientales y la autoexigencia provocan estados de ansiedad y estrés psicológico en los futbolistas de cara a un partido de fútbol. Y también se observa que el estado anímico genera cambios fisiológicos que se manifiestan en su conducta y rebajan sus prestaciones en el campo de juego. Se ha investigado que la repetición de condiciones similares de presión en partidos distintos, y alejados en el tiempo, pueden provocar reacciones parecidas como respuesta a esos estímulos semejantes. Algunos de esos comportamientos se han tipificado. A continuación se recogen algunos de ellos; los más relacionados con los futbolistas.

5.1 Trauma de la oportunidad perdida (TOP)
Los futbolistas guardan recuerdos tanto de sus momentos de triunfo como de sus derrotas y también de las circunstancias en que se desarrollaron cada uno de ellos. Y pueden tener influencia en su estado de ánimo si aquellas circunstancias se repiten, reviviendo la situación traumática. Las derrotas suelen ser traumáticas y más aún cuando se ven rodeadas de cuestiones especiales: una final donde se es favorito; partidos en los que se desaprovechan ventajas (contar con el marcador favorable o con superioridad numérica en el campo); no aprovechar oportunidades de gol para marcar (si un equipo “perdona” acaba pagándolo); tandas de penaltis perdidas.
Esos fantasmas del pasado saltan a la mente de los futbolistas cuando se presenta una situación similar durante un partido y sus pensamientos negativos visualizan la derrota.
El trauma de la oportunidad perdida (Gustavo Maure, 2003) está basado en la inseguridad y la desconfianza que genera en el futbolista aquella derrota imposible que guarda en la memoria y la posibilidad de que se repita. Ciertos autores han encontrado similitudes con el estrés post-traumático que afecta a las personas protagonistas o testigos directos de accidentes graves o catástrofes. El problema de este trauma es que generalmente el miedo a que se repita es justamente el motivo de que se vuelva a repetir. El temor es la causa del bajo rendimiento del futbolista, y probablemente de muchos de sus compañeros, en una especie de trauma colectivo que afecta finalmente al rendimiento del conjunto.

5.2 Complejo de inferioridad
Futbolistas que aparentemente se desenvuelven con un buen nivel de seguridad y autoestima en su vida diaria en una competición de presión moderada, pueden reflotar complejos ocultos bajo el disparador de situaciones límites de competición. En esas momentos críticos proyectan el “fantasma” de una niñez bajo el influjo de padres autoritarios o episodios de sumisión a la autoridad, en un rival de fuerte personalidad, dominante y que ejerce ese papel en el campo. Ante esa situación el jugador se siente débil, inhibido e impotente y su rendimiento se resiente. Se siente impotente para responder, se paraliza a la hora de tomar decisiones, no tiene la confianza suficiente para hacer lo que sabe y puede.
El complejo de inferioridad surge también como consecuencia de enfrentarse con un modelo de jugador frustrado, aquel que hubiese querido ser y, al que considera como perfecto, y que no pudo ser porque, por ejemplo su físico es distinto. Si considera su altura como escasa y cree que es una desventaja, un rival más alto lo puede acomplejar. Del mismo modo que si se ve a si mismo físicamente débil, un adversario grande y fuerte lo puede atemorizar, trasmitirle inseguridad.


5.3 Miedo a ganar o nikefobia
El nombre proviene de Nike, la diosa griega del triunfo. Alada y con una corona de laureles en su mano era la encargada mitológica de llevar hacia el final victorioso a los soldados atenienses. No es casual que la marca de ropa deportiva se identifique con su nombre: el triunfo en el deporte se transfiere al éxito en los negocios, muy acorde al fútbol actual. Por ese motivo es paradójico este temor que sienten algunos jugadores cuando perciben que el éxito está muy cerca y son capaces de advertir que pueden ganar.
Son muchos los futbolistas que ante una instancia tan decisiva, cuando su equipo está a punto de ganar, el miedo los atenaza, comienzan a sentir un cierto estado de angustia y ansiedad que los obnubila. La toma de conciencia de que el objetivo de vencer está cercano los desconcentra y sus resultados son manifiestos: cometen errores técnicos, se sienten mareados y débiles físicamente, sus músculos no le responden (se manifiestan niveles de descoordinación muscular), sus decisiones no son apropiadas y bajan su rendimiento de manera alarmante. Según algunos psicólogos “hacen todo lo posible, de manera inconsciente, por ´conseguir´ la derrota, porque no soportan el éxito”.

5.4 Síndrome del triunfador
De alguna manera tiene relación con la nikefobia. En la medida que el fútbol es un deporte de equipo, puede decirse que un futbolista puede vencer a pesar de su fobia al éxito. Sin embargo, después de triunfar, sus miedos siguen latentes. Es allí cuando surge la frase que representa mejor este síndrome: “lo difícil no sólo es ganar sino mantenerse en lo más alto”. Los mecanismos psicológicos que se disparan en estos casos hacen que el peor enemigo del futbolista sea él mismo. Una vez en la cima del éxito hace todo lo posible, de forma inconsciente y sin comprender su proceder, por boicotearse a sí mismo y al equipo. Su conducta se resiente: toma alcohol y drogas, puede dar positivo en un control antidoping; se enfada o se pelea públicamente con el entrenador que lo llevó al éxito; tiene lesiones por descuidos en el entrenamiento o en sus hábitos de vida en momentos clave; desilusiona a su entorno deportivo y social. En suma, su accionar es contrario al éxito conseguido y trata de aniquilarlo con su conducta. Es tan fuerte la presión por la responsabilidad que asume por haber ganado que su inconsciente prefiere volver al anonimato de la derrota antes que soportar la fama y la carga que le representa el triunfo.

5.5 Explosiones emocionales
La ansiedad provoca en ciertos casos aumento de la agresividad. No sólo de la agresividad deportiva necesaria para la activación del deportista, su puesta en marcha y para alcanzar los niveles de competitividad requeridos para un juego como el fútbol donde ser agresivo se manifiesta en el contacto con el adversario. Una de las premisas es que los límites de esa agresividad está dada por el propio reglamento de la competición. Sin embargo, ya sea por los propios estímulos de la competición (una final del campeonato del mundo, por ejemplo) o porque el futbolista soporta una carga socioafectiva o una presión ambiental que lo condiciona, su agresividad se descontrola. Sus desbordes emocionales lo llevan a percibir la realidad del juego desde una subjetividad peligrosa. Los adversarios pueden convertirse en los “enemigos” que se interponen entre él y el bienestar de su familia o su triunfo personal. De manera tal que él justifica el castigo en forma de juego violento, como una manera de “defenderse” de aquel supuesto riesgo que percibe. De ahí a una tarjeta roja hay un paso. Sin embargo antes de ese desenlace el jugador ya habrá dado muestras de esa agresividad desbordada en jugadas de aproximación y advertencia del final que se presiente. Incluso su rendimiento deportivo también será bajo. Probablemente se observe su hiperactividad en el campo hasta la fatiga; la falta de precisión en sus gestos técnicos; la desubicación en el campo de juego con respecto a las posiciones tácticas que debe ocupar. En otros casos la constante agresiva no se manifiesta fuera de la normalidad, sin embargo ante un gesto, una palabra o una acción de un adversario, percibida como una provocación o una agresión, el jugador sufre una explosión emocional y descarga toda su agresividad contenida en forma desproporcionada. Un ejemplo próximo en el tiempo y muy conocido por la fama de sus protagonistas, el marco y las circunstancias, fue la expulsión del jugador francés Zinedine Zidane durante la final del campeonato del mundo de 2006, tras su agresión al jugador italiano Marco Materazzi.

5.6 Implosiones emocionales
Son típicas de los jugadores poco comunicativos, retraídos. No habría que confundirlos con los jugadores “tranquilos” y equilibrados. Estos futbolistas tienen dificultades para expresar sentimientos, de modo que, como se dice popularmente, “llevan la procesión por dentro”. Este proceso, en el que acumulan tensiones y angustias, provoca afecciones psicosomáticas que se reproducen bajo la forma de calambres musculares, lesiones óseas por estrés, mareos, náuseas y problemas digestivos, entre los más frecuentes.
También se producen, entre otros efectos, problemas en la piel, afecciones respiratorias e hipertensión arterial. Un indicador de este tipo de enfermedades, que aparecen bajo la forma de implosiones, es que se manifiestan muchas veces durante la propia competición y en momentos decisivos de la misma. De tal modo que el rendimiento del jugador se ve seriamente afectado.

6.0 Relaciones entre ansiedad y rendimiento deportivo
En esa frontera difícil de discernir entre la activación para la práctica deportiva y la ansiedad se han elaborado distintas teorías que establecen una relación entre la ansiedad y el rendimiento deportivo, aunque en términos científicos lo que se mide es la activación.
Probablemente el mayor desafío al que se enfrentan los investigadores es la utilización de métodos de medida fiables para evaluar la ejecución. Algunos miden la cuantificación de gestos, tomando como referencia la mejor ejecución del deportista (Burtton, 1988; Márquez Rosa, 2005). Otros usan los llamados métodos de criterio-referente, basados en tablas de referencia estandarizadas que miden el rendimiento y permiten ejercer comparaciones entre deportistas individuales. Un tercer método consiste en la elaboración de escalas subjetivas en las que se miden diferentes habilidades y se reconoce un baremo para esas medidas. Esta evaluación la lleva a cabo el entrenador y, son las más utilizadas para evaluar deportes de equipo.


6.1 Teoría del impulso
Nace en 1943 desarrollada por Hull y luego es interpretada y enriquecida (Spence y Spence, 1966) al estudiar la relación existente entre activación y rendimiento. Según esta teoría si la activación se incrementa, la ejecución (rendimiento) también aumentaría y, en consecuencia, crecería la posibilidad de mejorar las respuestas correctas que dominen. De tal modo si un futbolista que de cada diez faltas directas convierte en gol una, es probable que cuando esté bajo mucha presión reducirá su eficacia. En tanto si de cada diez faltas convierte en gol siete, al contrario, potenciará la posibilidad de aumentar su porcentaje de aciertos.

6.2 Hipótesis de la U invertida
Enuncia que el rendimiento es óptimo cuando la activación /ansiedad es moderada, pero se reduce notablemente para niveles muy bajos o muy altos de activación. Según Levi, (1972) (Márquez Rosa, 2005) ambos extremos de la ansiedad resultan estresantes y por tanto perjudiciales para obtener un rendimiento óptimo del futbolista (gráficamente se representa con una U invertida). Otros científicos comprobaron que la aplicación de esta hipótesis depende también de las habilidades a desarrollar por cada deportista en cada deporte. El fútbol se encuentra entre los más complejos, tanto que, incluso, puede llegar a necesitar diferentes estados de activación para desarrollar distintas habilidades. En el golf, en cambio, se ha comprobado buen rendimiento con bajos niveles de ansiedad.

6.3 Teoría de la zona de función óptima
Establecer con mediciones de tablas subjetivas cuál es el estado de ansiedad óptima para cada deportista es el principio básico de esta teoría elaborada por Hanin (1986). Sus comprobaciones dicen que el estudio entre la ansiedad y el rendimiento se puede establecer sabiendo en la fase precompetitiva cual es la zona de intensidad de la ansiedad en la que se encuentra mejor preparado el deportista; donde sus ejecuciones alcanzan el grado óptimo de rendimiento. Este autor ruso, cuya teoría ha sido refinada entre 1997 y 2000, por él mismo, sostiene que se pueden realizar evaluaciones individuales a los deportistas, donde se integren todas la variables de estímulos que recibe y establecer su estado de activación óptimo.

7.0 Estrés y estrés deportivo
Entre la diversas definiciones de estrés la de McGrath (1970) dice que el proceso de estrés es un “desequilibrio sustancial entre la capacidad de demanda física y o psicológica y la capacidad de respuesta, en condiciones en que el fracaso en satisfacer esas demandas tiene consecuencias importantes” para el sujeto. Este autor argumenta que el proceso estresante se manifiesta en cuatro fases interrelacionadas recogidas en otros trabajos sobre el estrés en el deporte (Morilla 2000).
1. Demanda medioambiental. A la persona le llega la demanda física y/o psicológica. Un jugador que tiene que ejecutar un penalti.
2. Percepción de la demanda. Es un proceso subjetivo: cada persona la percibe de forma distinta.
3. Respuesta de estrés. La percepción genera una respuesta. Si se percibe un desequilibrio entre la demanda y sus posibilidades o capacidades para darle respuesta, aparece la sensación de amenaza y el aumento de la ansiedad.
4. Consecuencias en la conducta. La conducta real de la persona sometida al estrés sufre cambios.
En el terreno exclusivamente deportivo se encuentran causas específicas de estrés que alimentan el proceso. Algunas de ellas ambientales, de la situación, como por ejemplo la importancia objetiva de la competición (no se produce la misma percepción ni activación durante un partido amistoso que durante una final); la incertidumbre del resultado.
Las causas personales están relacionadas con el equilibrio psicológico del futbolista: a mayor autoestima más confianza que le permitirá rebajar las percepciones amenazantes y los niveles de estrés resultantes. Aunque otros problemas objetivos pueden incidir: no estar bien entrenado (en lo físico) o estar en proceso de separación de su pareja (psíquico) o tener una disputa personal con el público propio (social).

7.1 Manifestaciones fisiológicas
Un determinado grado de estrés estimula el organismo y permite la activación del mismo ante la demanda de un estímulo (Nogareda Cuixart, 2002). Por ejemplo ante el desarrollo de un partido de fútbol. Sin embargo cuando la activación supera lo necesario, la presión se mantiene y se entra en estado de resistencia. Si el factor estresante continúa su presión se alcanza la fatiga prematura, agotamiento, alteraciones funcionales. La percepción de estos síntomas negativos en muchas oportunidades retroalimentan el estado de estrés, porque según la percepción del futbolista estresado, no hace otra cosa que confirmar la amenaza que llevó su mente y su cuerpo hacia el estrés.
Cuando el futbolista percibe una amenaza, real o imaginada, su sistema nervioso simpático se activa y crea un estado de alerta general (excitación). El SNS es el encargado de la activación del organismo mientras que el sistema nervioso parasimpático (SNP), es responsable de las actividades más tranquilas. La activación del SNS supone la secreción de catecolaminas, hormonas que ponen al cuerpo en estado de alerta: lo preparan para responder a la amenaza. La catecolaminas son la adrenalina (la llamada hormona del miedo) segregada principalmente en casos de estrés psíquico y ansiedad, y la noradrenalina, relacionadas con el estrés físico o situaciones de agresividad (Nogareda Cuixart, 2000). Estas hormonas relacionan los fenómenos emotivos con las manifestaciones fisiológicas que producirán cambios en la funcionalidad y la conducta del futbolista. También se movilizan otras sustancias para responder a procesos vinculados al estrés. El páncreas secreta glucagón para elevar el nivel de glucosa en sangre esencial para la demanda de energía que exige el estrés. La pituitaria secreta prolactina para inhibir la función reproductora durante el estrés, como método de defensa del organismo. También dispara sustancias endógenas como las endorfinas y encefalinas, que anulan en un cierto porcentaje las percepciones de dolor.
Esta activación “de emergencia” en el organismo se manifiesta a través de:

· Dilatación de pupilas
· Dilatación bronquial
· Aumento de la coagulación
· Incremento del rendimiento cardíaco, con riesgo de convertirse en hipertensión arterial
· Vasodilatación muscular y vasoconstricción cutánea
· Reducción de los niveles de estrógenos (mujeres) testosterona (hombres): hormonas estimulantes del desarrollo sexual
· Aumento de la producción de tiroxina, favorecedora del metabolismo energético entre otras misiones

7.2 Efectos negativos sobre el futbolista
Como se decía anteriormente la prolongación del estado de estrés provoca alteraciones vinculadas con tensiones permanentes que se manifiestan en efectos no deseados; afecciones que aparecen en diversas partes del organismo y que condicionan la actividad deportiva.
Silvia Nogareda Cuixart sugiere ciertas consecuencias biológicas del estrés que, aunque generalista, también afectan al rendimiento deportivo. Con esa base se elaboró el siguiente cuadro:


Estas manifestaciones fisiológicas generales acarrean efectos negativos en el rendimiento del futbolista:
· Disminuye su rendimiento físico, por excesivo gasto de energía como consecuencia del estrés
· Pierde precisión en sus gestos técnicos por una mala coordinación nerviosa y porque su percepción visual disminuye y le induce a error.
· Aumenta la posibilidad de lesiones
· Su alta agresividad le hace sublimar las amenazas, valorarlas en exceso y gastar energías inútiles
· Puede caer en la apatía y o depresión con consecuencia de la frustración que le acarrea no responder a esa alta exigencia que le plantea el estrés
· Se deterioran las relaciones con sus compañeros y con los miembros del entorno ya que los márgenes de tolerancia y frustración disminuyen

8.0 Cómo controlar el estrés
La ansiedad y el estrés derivado deben ser detectados y controlados durante la preparación de la competición. Como cualquier otro objetivo del entrenamiento (físico, táctico, técnico) el psicológico sugiere el uso de determinadas técnicas, desde reuniones individuales y grupales para conocer el estado psicológico de los jugadores, hasta el uso de test de comprobación o la realización de tareas específicas. El trabajo de los psicólogos en los cuerpos técnicos está destinado a equilibrar esos factores de estrés y dotar al jugador de los elementos que le permitan ese control. Esto supone desde verbalizar conflictos (personales o con los entornos deportivos) hasta previsualizar situaciones para evitar la ansiedad de la incerteza. Es un error pensar que el estrés desparece cuando el jugador entra en la cancha. La frase común de muchos futbolistas es: “yo estoy nervioso en los momentos previos (fase precompetitiva) pero cuando empieza el partido ya estoy más tranquilo”. En realidad lo que sucede es que cambia la manifestación del estrés, como hemos visto en el punto anterior con la enumeración de efectos negativos durante la competición.

8.1 Cualidades del jugador equilibrado psicológicamente
Como contrapartida a los efecto negativos Pedro Ureña Bonilla (2006) elaboró un perfil psicológico del deportista que se halla en estado de activación y equilibrado para rendir en estado óptimo:
o Tiene una gran automotivación. No necesita el reconocimiento permanente de los demás para rendir al máximo
o Participa en el juego para ganar y hace todo lo necesario para lograrlo
o Usa la autoevaluación deportiva. Sabe distinguir entre el resultado del juego y su rendimiento personal
o Sabe como enfrentar la crítica y está dispuesto a aprender de sus errores. Siempre tiene sus sentimientos bajo control
o Emociones como el enfado y el temor no lograr apoderarse de él
o La presión es un reto para él: en los momentos de mayor presión se encuentra calmado
o Cree de manera absoluta en su potencial y reconoce sus limitaciones
o No busca excusas o justificaciones. Se responsabiliza de sus acciones
o Su rendimiento en el campo de juego es regular y consistente

Metodología del trabajo
Se usaron como fuentes trabajos publicados en páginas webs de instituciones y revistas digitales especializadas de España y Latinoamérica. Los artículos de psicólogos, preparadores físicos y fisiólogos se centran en la clasificación y definición de los estímulos psicológicos, los síndromes que provocan, estudios sobre la ansiedad y el estrés en el deporte, y las consecuencias fisiológicas que suceden a esas emociones. Se utilizaron libros de temas específicos y compilaciones. Y se aporta una infografía, como anexo, para facilitar la comprensión visual del sistema endocrino, responsable de las respuestas fisiológicas.

Bibliografía
XII-XIII Jornades de Psicologia de L’Activitat Física i de L’Esport (1995)- Secretaría General de l’Esport- Generalitat de Catalunya
Freud, Sigmund – Obras completas (1948) - Biblioteca nueva
Howard Slusher – Hombres, deporte y existencia (1967)
Kubitz y Landers – The effects of anaerobisc trainning on cardiovascular response to mental stress (1993)
Maure, Gustavo – Psicopatología del deportista (2005)
Márquez Rosa, Sara – Ansiedad, estrés y deporte (2005)- Psicología y deporte EOS
Nieri Romero, Dante – El miedo al éxito (artículo, 2004) psicodeportes.com
Nogareda Cuixart, Silvia - Fisiología del estrés(2002)- Ministerio de trabajo y asuntos sociales
Pons y Merita – La ansiedad en el deporte (1994)
Roffé, Marcelo – Miedos y presiones (2004) – psicodeportes.com
Roffé, Marcelo y Ucha, Francisco – Alto rendimiento psicología y deporte (2005)- Lugar editorial
Tamorri, Stéfano – Neurociencias y Deporte, la patología (2004) Paidotribo

domingo, 15 de junio de 2008

Hace 20 años asumía Cruyff en el Barça...hoy el turno es de otro heredero



Ahora que desembarca Pep Guardiola como entrenador del Barça la memoria une dos épocas como un cordón umbilical: hace 20 años Johan Cruyff (Amsterdam, 1947), su mentor como jugador, era contratado por el presidente Josep Lluis Nuñez como un “apagafuegos” de “mano dura” para enmendar la llamada “crisis del Hesperia”. El 28 de abril de 1988 la plantilla del Barça denunció sus graves problemas con Josep Lluis Núñez y le sugirió su renuncia. Una crisis inusitada en un club español. En ese clima tenso Núñez contrató a Cruyff, símbolo del club y del fútbol mundial, de fuerte personalidad, orgulloso y con algunos toques de audacia, para hacer limpieza y encarar una nueva era. Cruyff era una incógnita como entrenador de elite. Llegaba desde el Ajax holandés tras ganar la copa de la UEFA. Allí había alumbrado una generación histórica para el fútbol de aquel país (van Basten, Rijkaard, Bergkamp).
En su primera temporada en el Barcelona Cruyff dio la baja a 13 de los jugadores “amotinados” e incorporó a otros 13. Empezaba a perfilar así la base de lo que sería más tarde la leyenda del “Dream Team”. En esa época sólo se permitía jugar a 3 extranjeros por club, de modo que un grupo de jugadores nacionales (Beguiristain, Bakero, Juio Salinas, Andoni Goikoetchea, Eusebio Sacristán, Zubizarreta...) formaban el núcleo del equipo.
Tiempos nefastos aquellos para el Barça en los que el Real Madrid parecía no tener rival en la Liga. Los primeros dos años se fue generando de a poco la revolución Cruyff en el juego, que no acababa de plasmarse en los resultados. Mucho ritmo, juego ofensivo, extremos abiertos a la antigua, pasajes exquisitos, pero el sistema de juego 3-4-3, de cuerpo atacante y alma espectacular, dejaba dudas. Le hacía falta ganar. En 1990, aquellas dudas pusieron al entrenador al borde del paro. Lo salvó el triunfo por 2-0 ante el Real Madrid en la final de la Copa del Rey. A partir de entonces pareció cambiar la suerte. El equipo, envuelto históricamente en el pesimismo, la decepción y un cierto victimismo “ad hoc”, consolidó una identidad de juego más acorde a la trascendencia del club. Cruyff no era un entrenador al uso: las circunstancias de su contratación le habían dado un poder desusado, mezcla de director deportivo, director técnico y entrenador. Poder absoluto. Cruyff estaba en su salsa: hacía, deshacía y decidía. En 1990 sumó al desconocido búlgaro Hristo Stoitchkov, para completar una tripleta demoledora junto al holandés Ronald Koeman y a Michael Laudrup, el danés silencioso, que había llegado un año antes del Juventus italiano.
Las desconfianzas continuaban. Pero ganó la liga y las dudas se aplacaron. No solo había regenerado al Barça, había cortado la racha de cinco títulos seguidos del Real Madrid. Ya se intuía: podía ser el comienzo de una época. Al año siguiente su mediocentro titular, Luis Milla, exige la mejora de su contrato: Cruyff no se inmuta, lo deja ir. Busca en la bolsa de la cantera... Y saca a Pep Guardiola con 20 años. Dobla la apuesta por ese juego de circulación de balón en todo el campo, de velocidad y fundamentalmente ofensivo: “ a la holandesa” dirán algunos, pero lo cierto es que esa propuesta cala hondo en el sentimiento de los barcelonistas: se puede ser campeón y dar espectáculo. Pero espectacular es el susto que envuelve a Cruyff, fumador empedernido desde muy joven: en febrero del 91 tiene un infarto que deja sin aliento durante varios días al mundo del fútbol. Se recupera y como todo lo que hace gana notoriedad pública, genera una nueva moda: reemplaza los cigarrillos por los chupa-chups. Un final de infarto colectivo iba a tener la Liga 91-92 que vuelve a ganar el Barcelona. La que se llamó “primera liga de Tenerife”. Al Madrid le alcanzaba con empatar con el Tenerife para ser campeón. Tras ir ganando 0-2, perdió 3-2. El Barça ganó 2-0 al Athletic de Bilbao y se consagró por segunda temporada consecutiva. En los corrillos se empezaba a hablar de cierta “flor” afortunada del entrenador holandés...Y más madera: mayo de 1992, año mágico, significó el doblete y el sueño de los “culés” hecho realidad: el Barça ganaba su primera copa de Europa, tras vencer en una ajustada final al Sampdoria italiano en Wembley, con gol de Koeman en la prórroga.
Pero el mito del holandés supera todo lo previsible. Y como un bucle en el tiempo, la temporada 92-93 se define igual que la anterior: el Madrid vuelve a perder con el Tenerife, en la última y definitoria jornada, y el Barça se consagra increíblemente campeón por tercera vez consecutiva. La flor de Cruyff toma estado público. Pero se reconoce su audacia. Y se habla de su soberbia y del despotismo con que maneja las relaciones internas. Las contradicciones y los caprichos de Cruyff son extremistas y sus relaciones de amor-odio inundan los medios de comunicación, los rumores y los vestuarios, pero son detenidos por los triunfos y un fútbol de calidad, avasallador y eficaz. El carácter de Cruyff es innegociable: en la temporada 93-94, cuando todos querían un centrodelantero alto y fuerte, él contrata a uno bajito, gordito, con alma de juerguista, pero con una calidad enorme: el brasileño Romario. La respuesta fue contundente: 30 goles y la cuarta liga para el Barça, con la definición afortunada de los años anteriores. El “Superdepor” de Bebeto, Fran y Mauro Silva, perdió la liga en el último minuto del último partido, cuando el portero del Valencia, González, le paró un penalti a Djukic. Deportivo y Barça empataron a puntos, pero fue campeón el equipo de Cruyff, en una vuelta del destino que ni siquiera él era capaz de imaginar. Alcanza también otra final de la copa de Europa, en mayo del 94, contra el todopoderoso Milan de Fabio Capello (heredero de Arrigo Sacchi, el otro Cruyff de la época) que lo destroza 4-0 en Atenas. Allí se acabaron los triunfos. Cruyff se enfrentó con Núñez y fue despedido en un final previsible. Pero la inercia de su marca perduró. Creó un estilo de juego que se instaló como un patrimonio del club. Su larga sombra política y futbolística llega a la actualidad. Hace más de diez años que no paran de buscarle reemplazantes que respeten la identidad y la esencia de su juego. Y la identidad del Barcelona no es otra que el estilo Cruyff. Más allá de amores y odios. Ahora le toca el turno a otro heredero.

Latinoamericanos en Pekín ‘08


Entre la ilusión y la hazaña

Agosto en Pekín será una nueva ilusión, una esperanza para millones de latinoamericanos que juegan las fichas de su alegría deportiva a los candidatos escasos a ganar medalla. En una auténtica demostración de pasión mezclan el éxito deportivo con cierto orgullo nacional que contagia alegría y hace olvidar por algunos días la crudeza de la realidad económica. Estos Juegos Olímpicos, a falta aún de las últimas clasificaciones, marcan un nuevo impulso para el deporte latinoamericano: la mayoría de las delegaciones baten records de concurrencia con sus delegaciones. Brasil irá con más de 230 deportistas y participará en 36 modalidades olímpicas; Cuba llevará más de 160 deportistas y parecida cantidad compondrá la delegación Argentina. Pero, más allá de las tres “potencias” latinoamericanas, también Venezuela y Colombia llevarán entre 100 y 70 participantes respectivamente.
Tal vez las expectativas de medallas no superen demasiado lo conseguido durante los Juegos de Atenas 2004, donde se obtuvieron 56 en total; 18 de oro, 15 de plata y 23 de bronce, pero lentamente se han creado mejores condiciones de competitividad en más deportes, de manera que la esperanza es no ver desaparecer tan rápido a los deportistas latinoamericanos, eliminados en las series clasificatorias, sino que muchos de ellos avancen a fases definitorias, aunque no tengan opción a ganar medallas.
Los Juegos de Pekín han revivido de forma light, simbólica el ambiente internacional de los antiguos conflictos que acabaron en boicots durante la Guerra Fría, cuando se trasladaba la pulseada política este-oeste al terreno deportivo. Sus máximas manifestaciones fueron los Juegos de Moscú ’80, cuando no concurrió Estados Unidos y fue seguido por una numerosa cantidad de naciones occidentales, y Los Angeles ’84, cuando la URSS y sus países “satélites” le pagaron a los estadounidenses con la misma moneda.
Son muchos los intereses económicos que genera China, también en Latinoamérica, como para que haya un boicot. Tal vez algunas voces aisladas y privadas alboroten el clima previo. Pero seguramente tras la ceremonia inaugural, para los latinoamericanos, la atención se centrará una vez más en la potencia de los atletas cubanos, en sus boxeadores y beisbolistas que, entre otros deportistas, recaudarán la mayor cantidad de medallas para el subcontinente, como en Juegos anteriores (en Atenas consiguieron 29 medallas, 9 de ellas de oro). Tal vez se vuelva a vibrar con la lanzadora de peso Yumileidi Cumba o con el flamante recordman del mundo de 110 vallas, Dayron Robles. Y seguramente habrá éxito con los boxeadores, los mejores del mundo a nivel aficionado.
Detrás de Cuba aparece Brasil, amenazando con reeditar dignos papeles en los Juegos Olímpicos: el voley playa puede ser el deporte donde los brasileños acaparen medallas (ya lo hicieron en Atenas ’04) junto con el voleibol masculino, donde es una potencia mundial. Luego, sobran las incógnitas. Si concurre a Pekín puede que el maratoniano Vanderlei de Lima sume otra alegría (fue bronce en Atenas ’04) o quizá Rodrigo Pessoa en equitación (plata en el concurso de Atenas ’04).
Argentina va con uno de los equipos de fútbol más fuertes en la historia de los Juegos para intentar reeditar el oro que logró en la capital griega. Pero también el basket lo tiene entre los favoritos a medalla, ya que defiende el título, frente a un nuevo “dream team” estadounidense y a una España que promete. Los argentinos también concurrirán con sus mejores tenistas (igual que Chile, con Fernando González a la cabeza) y con el hockey femenino decidido a mejorar el bronce logrado en Atenas.
En el atletismo, donde Latinoamérica siempre sorprende con auténticos fueras de serie, hay dos nombres propios que se imponen por respeto, historia y prestigio, aunque seguramente para los dos serán los últimos Juegos: el dominicano Félix Sánchez, dos veces campeón del mundo y campeón olímpico en Atenas en los 400 metros con vallas y el ecuatoriano Jefferson Pérez, tres veces campeón del mundo y campeón olímpico (Atlanta ’96) en 20 kilómetros marcha.
El resto son aventuras individuales, historias de empeño y superación personal que bordean la hazaña silenciosa por mérito y talento exclusivo de los deportistas. Muchos de ellos ni siquiera tienen para pagarse los materiales o la indumentaria adecuada para la competición. Algunos de estos deportistas son capaces de triunfar o igualar a otros atletas de elite que nadan en la abundancia de los países desarrollados, de esponsorizaciones millonarias y de instalaciones de alto rendimiento ultrasofisticadas. Mientras otros, como la gran corredora Mexicana, Ana Gabriela Guevara, subcampeona olímpica y campeona del mundo de 400 metros lisos, se retira definitivamente del deporte “cansada por no poder luchar más contra la corrupción del deporte en México”. Son las dos caras de una moneda repetida en Latinoamérica que, a pesar de todo, siempre deja sitio para la ilusión.
El atleta cubano Dayron Robles batió el record mundial de los 110 con vallas el jueves 13 de junio en Soteville (Francia). Hizo una marca de 12.87 segundos, uno por debajo del record anterior en poder del chino Lui Xiang. Robles aparece como una de las esperanzas latinoamericanas más claras para conseguir una medalla en los Juegos de Pekín.

Calentar y estirar

Calentamiento
La realización de actividades físicas y deportivas lleva implícita una enseñanza básica que corresponde al aprendizaje motriz y al desarrollo de las capacidades físicas y coordinativas de una persona.
Cualquier actividad física de mediana o alta intensidad (ejercicios o práctica deportiva) implican una alteración del ritmo habitual del cuerpo. Este no está acondicionado para efectuarla. Es preciso prepararlo mediante el calentamiento. Una serie de movimientos y ejercicios suaves, que aumentan su intensidad progresivamente, activando preferentemente a los grupos musculares que se emplearán en la práctica siguiente.
Simultáneamente se prepara para el esfuerzo al aparato músculo-esquelético, mediante estiramientos que permitan alcanzar la máxima flexibilidad durante el desarrollo del ejercicio físico posterior.

Adaptación al esfuerzo
Cuando una persona está en reposo su ritmo cardíaco no supera las 70 pulsaciones por minuto y su frecuencia respiratoria se halla entre 10 y 12 inspiraciones por minuto, aproximadamente. Sin embargo cuando el cuerpo realiza un ejercicio, todos sus órganos empiezan a requerir un mayor abastecimiento de oxígeno y nutrientes para hacer frente a esa mayor demanda de energía. Se produce entonces un fenómeno denominado de adaptación al esfuerzo. El corazón aumenta su frecuencia cardiaca para enviar un mayor volumen sanguíneo a todos los órganos que lo necesitan y también a las zonas del cuerpo (músculos) que en ese momento gastan más energía y necesitan recuperarla. El aparato circulatorio a través de la sangre brinda el servicio de transporte de nutrientes a todos los rincones del cuerpo. Así a mayor esfuerzo, mayor será también la frecuencia cardiaca para permitir un abastecimiento sanguíneo más rápido. Simultáneamente también aumenta la frecuencia respiratoria (se comprueba que la respiración es más agitada con un número elevado de inspiraciones y expiraciones) para permitir el ingreso de un mayor volumen de oxígeno, que, al pasar de los alvéolos pulmonares a la sangre se constituirán en el "combustible" necesario para crear la energía que requiere el cuerpo. Este proceso de adaptación también alcanza a otros sistemas vitales del organismo, como el nervioso. Los músculos y articulaciones reciben las órdenes de movimiento en función de los estímulos captados y trasmitidos por el Sistema Nervioso Central.
El "fenómeno neuromuscular" es el proceso que encadena la orden del cerebro con cada uno de los músculos y articulaciones intervinientes en el movimiento. La adaptación consiste en un estado de alerta del sistema nervioso para trasmitir esos estímulos a máxima velocidad.

Bases del calentamiento
Un calentamiento que pretende alcanzar el objetivo de la adaptación del cuerpo al esfuerzo debe cumplir dos principios básicos: ser prolongado y progresivo. El trabajo rápido, precipitado, provoca una elevación brusca de la frecuencia respiratoria (ahogo) y de la frecuencia cardiaca. Incluso favorece la aparición de ácido láctico y como consecuencia, el agarrotamiento muscular. De manera que se debe extender todo el tiempo que se considere necesario en función del objetivo buscado. Asimismo su intensidad deberá ir creciendo progresivamente hasta alcanzar el punto de adaptación requerido, sin consumir las energías que se necesitarán inmediatamente para el desarrollo de la actividad física principal.

Calentamiento pasivo
Se denomina calentamiento pasivo a un conjunto de medidas destinadas al acondicionamiento psicofísico óptimo de un deportista, previo a un a un entrenamiento o a una competición. Entre esas actividades se cuentan los baños calientes (método utilizado por los nadadores); el masaje, como excitante de las fibras musculares, y las fricciones con productos químicos, destinadas a producir una mayor irrigación sanguínea a la zona tratada.


Calentamiento general
En función de la actividad a realizar a continuación, se pueden distinguir dos tipos de calentamiento: el general, dirigido al acondicionamiento de todo el cuerpo y el adaptado, orientado hacia una práctica específica que necesita trabajar determinados grupos musculares o articulaciones.
El calentamiento general debe extenderse entre 15 y 20 minutos con ejercicios diversificados; carreras de distancias a tren moderado, alternando ritmo creciente y decreciente; movimientos gimnásticos que permitan coordinar diversos gestos del tren superior, el tronco y el tren inferior; ejercicios de compensación para que trabajen diferentes grupos musculares, tanto los músculos agonistas (los que realizan el esfuerzo) como los antagonistas (los que resisten). Se trata, como el tipo de calentamiento indica, de ejercitaciones polivalentes que permitan una adaptación de todo el cuerpo por igual. Es importante que el trabajo se haga a baja intensidad pero con muchas repeticiones y que las mismas, a medida que aumenta progresivamente el calentamiento, se hagan más frecuentes, de manera que el sistema nervioso acelere la trasmisión de impulsos desde el cerebro hasta el músculo.
Una parte sumamente importante y diferenciada del calentamiento son los estiramientos, que permiten lograr una mayor amplitud en el movimiento de las articulaciones y también aumentan la elasticidad de las fibras musculares para facilitar la rápida contracción y relajación que ocurrirá en el momento del máximo esfuerzo. Los estiramientos generales deben hacerse suavemente, manteniendo la articulación y el músculo tenso durante 10 o 15 segundos (sin forzar ni "rebotar") por cada repetición, volviendo a la posición de reposo en cada oportunidad.

Calentamiento adaptado
De acuerdo con la actividad física o el deporte a practicar se realizará un calentamiento específico, cuyo objetivo prioritario será preparar para el esfuerzo los músculos y articulaciones de las partes del cuerpo sobre la que recaerá el mayor trabajo.
Los ejercicios deben estar orientados fundamentalmente a esos grupos musculares y articulaciones. Deben trabajarse con muchas repeticiones, aunque sin aumentar la intensidad para no sobrecargarlo. También es conveniente que la musculatura se tensione y relaje repetidamente para que sus fibras alcancen el grado de excitación adecuado y el sistema nervioso se acostumbre a una trasmisión más rápida de las órdenes de contracción de la musculatura. El tiempo de duración es algo más prolongado, comparativamente con el trabajo empleado para el acondicionamiento general del cuerpo. Así puede durar entre 20 y 30 minutos. También es prioritario que el grado de progresividad del calentamiento alcance su grado máximo al final, desarrollando muy brevemente ejercicios con similar intensidad de la práctica real que se avecina. Los estiramientos finales contribuyen a que el músculo ya caliente retome su posición normal y quede definitivamente preparado para el esfuerzo.

Vuelta a la calma
Cuando la práctica deportiva o la actividad física ha finalizado el cuerpo sufre un proceso inverso al del calentamiento: debe prepararse para recuperar su tono normal. Y para ello necesita una ayuda similar a la que se le brindó para ponerse en marcha. Este proceso se llama volver a la calma. Consiste en realizar movimientos, carreras y ejercicios de baja intensidad y escasas repeticiones para que lentamente los músculos descarguen los residuos tóxicos (ácido láctico) acumulados durante el esfuerzo, se destensionen y relajen.
El riesgo de no ayudar al cuerpo a volver a su estado de reposo consiste en los clásicos calambres o "agujetas" provocados por la cristalización del ácido láctico en el músculo: los síntomas son contracciones involuntarias y dolores punzantes y agudos.

Qué significa estirar
Los estiramientos son un método para adaptar las articulaciones y los músculos a la amplitud y el esfuerzo a los que serán sometidos en una actividad física posterior. Estirar es ventajoso para un deportista porque previene probables lesiones como consecuencia de la falta de preparación de articulaciones y músculos; facilita la ejecución de gestos técnicos; favorece también la coordinación entre los músculos agonistas y los antagonistas y permite adquirir una mayor velocidad en las contracciones musculares.

El físico y sus fases de desarrollo

Preparación física, educación física y entrenamiento
La educación física es un proceso que tiene por objetivo la formación de las personas, desde niños, para que puedan orientar el desarrollo de sus capaci­dades y de sus destrezas motrices y la transformación de sus hábitos para alcanzar una mejora de su calidad de vida.
Se suelen utilizar definiciones similares para educa­ción física, prepa­ración física y entrenamiento. Sin embargo son procesos diferentes aunque complementarios.
Particularmente la comparación entre educación y preparación física deja observar las diferencias en los objetivos y las intenciones que se plantean, los medios utilizados e incluso el tipo de trabajo a través del cual se desarro­llan.
Los fines de la educación física son generales y muy amplios; mientras que los objetivos que persigue la preparación física suelen ser concretos y específicos. En la medida que la educación física tiene un carácter general sus intenciones son las de un desarrollo equilibrado del cuerpo y de sus capacidades motoras; en tanto que la preparación, al estar subordina­da a un fin concreto (un partido, una carrera, un juego, etc) debe alentar un desarrollo desequilibrado, volcado a preparar los grupos musculares y las capacidades motoras que más se van a utilizar en esa actividad específica.
El entrenamiento, además de la preparación física, suma también la enseñanza y perfeccionamiento técnico, táctico-estratégico y la preparación psicológica no sólo dirigida a realizar un deporte o una actividad física sino, fundamentalmente, a mejorar el rendi­miento a la hora de llevarla a cabo.

Etapas del desarrollo motriz
La educación física no se reduce simplemente a la enseñanza de ejercicios, actividades físicas o la práctica deportiva en general, ni tampoco a la organización reglada de esa enseñanza a través de instituciones públicas y privadas. En realidad la educación física se refiere en primer término al aprendizaje motriz que todos los seres humanos deben realizar para mejorar sus capacidades desde el instante mismo en que comienzan su vida.
En el mismo momento del nacimiento los movimientos del bebé le permiten iniciar su desarrollo motriz individual. Durante la prime­ra e­tapa de la vida se desplaza, gatea, camina e incluso coge objetos. Hasta los dos años el niño inicia un aprendizaje motor basado en el desarro­llo de la coordinación para establecer las distancias y el tiempo requerido para realizar sus movimientos. Va probando e intentando una y otra vez. Cuando descubre un progreso en sus movi­miento el niño aumenta su autoestima, lo que le otorga mayor seguri­dad y le permite mejorar su motricidad.
De los 2 a los 6 años: su actividad motriz se acelera, comienza a medir mejor sus fuerzas y posibilidades de desplazamientos. Juega todo el tiempo haciendo imitaciones del mundo exterior: es un caballo, luego copia a otra persona adulta, a un avión­...­ Y se mueve torpemente. Sin embargo a medida que crece afina sus movimientos, sobre todo coordi­nándolos mejor.
Entre los 6 y 11 años: los niños atraviesan diferentes etapas de crecimiento que condicionan su motricidad. Se distinguen tres fases. De 6 a 8 años el cuerpo se estiliza y ese desarrollo acarrea ciertos problemas motores: tienen una insuficiencia muscular que les provoca inseguridad en los movimientos, cierta torpeza y exceso de gasto de energía (fuerza que ejercen de más) como consecuencia de un proceso de adaptación al desarrollo. Un desarrollo que continua en la segunda subfase de los 8 a los 9 años, en la que vuelven a restablecer su equilibrio corporal, aunque su aparente vitalidad se contra­dice con una fuerza y una resistencia limitadas que les impiden grandes esfuerzos. Hasta estas eda­des no es aconsejable que se especialicen deportivamente, ­es mejor que aprendan una amplia gama de capacidades físicas que en el futuro les permitan ejercitar cual­quier deporte o actividad física con un amplio bagaje de recursos motores.
De los 9 a los 11 años, vuelven a realizar un cambio físico importante que les devuelve a estados de torpeza vividos en fases anteriores. Cada transformación física comporta una crisis de inseguridad que les hace actuar con lentitud y dificultades de coordinación en sus movimientos.
A partir de los 12 años entran en una fase prepuberal con profun­dos cambios físicos que inciden en la personalidad y se prolon­gan durante al menos cuatro o cinco años. Las características físicas más determi­nantes en este período son el crecimiento de las piernas y los pies ante un tronco generalmente menos desarrollado comparativamente. Este desequilibrio se nota aún más en la musculatura escasa. Al inicio de este proceso los fenómenos glandulares (la menstruación) que originan la pubertad permiten observar una frontera precisa entre las niñas y las adolescentes. Sin embargo entre los jóvenes ese proceso es más difuso y se alarga en el tiempo sin demasiadas precisiones más que las marcadas por la propia evolución física del adolescente. En estas edades comien­za a modelarse lo que será el cuerpo adulto (nuevas medidas antropomé­tricas, crecimiento esque­léti­co-muscular) que definitivamente permi­tirá a esa persona desa­rrollar a máximo nivel todas sus capaci­da­des físi­cas.

Ejercicio físico y vida cotidiana

La necesidad motriz
La evolución histórica, desde los torpes y básicos movimientos del hombre primitivo, hasta las más complejas y precisas prácticas deportivas y actividades físicas de la actualidad ponen en evidencia la suprema importancia del movimiento: la motricidad es una indispensa­ble característica vital. Sin ella sería imposible desarrollar los más básicos desplazamientos que permiten asistir al cuerpo para su supervivencia.
El movimiento es la unidad fundamental de la motricidad. Y las prácticas físicas, los deportes son movimiento puro. Sería impensa­ble cualquier tipo de actividad si cada segmento del cuerpo, desplazado por el trabajo conjunto de huesos y músculos y dirigidos por las órdenes recibi­das del sistema nervio­so, estuvie­se inerte.
De manera que el movi­miento aparece como una necesidad bioló­gi­ca de los seres humanos. Les permite enfrentarse a un medio exterior hostil y sobrevivir a él. Pero también le sirve para comunicar­se, trabajar, divertir­se y practicar todas las actividades cotidianas de su vida.

Tipos de movimiento
Los músculos del cuerpo humano pueden realizar tres tipos de contracciones diferentes que ocasionan movimientos: la voluntaria, realizada conscientemente como consecuencia de una orden comunicada por el siste­ma nervioso; la involun­taria o refleja, donde no interviene el sistema nervioso sino que la respuesta al estímulo del músculo lo produce directamente el propio músculo: un ejemplo típico es el golpe con un marti­llo de goma que el médico da sobre la rodilla de su pa­ciente para comprobar justamente su respuesta refleja, sin la parti­cipación del cerebro en la decisión. El tercer tipo de movimiento es el autóno­mo y lo ejecuta sólo el corazón. Su musculatura de tipo lisa es capaz de trabajar con sus propios estímulos eléctricos de manera que no está condicionado a las terminales del sistema nervioso central o del sistema nervioso periférico.

Movimientos básicos
Comparado con otras especies animales el hombre es un ser torpe en cuanto a la motricidad.
De los tres tipos de movimientos descritos el primero de ellos, el voluntario, es aquel que se puede aprender sistemá­ticamente para mejorar su fuerza, su precisión, su movilidad y su rapidez. Sin embargo como consecuencia de esa torpeza intrínseca del ser humano, las etapas de aprendizaje motriz son prolongadas en el tiempo: ocupan desde que nace hasta su etapa adulta, hasta que esos movimientos puedan realizarse con máxima eficacia.
Sin embargo, desde el inicio de sus días y en los primeros años de su vida el ser humano desarrolla actividades motoras básicas, no sólo para su supervivencia sino para el aprendizaje posterior de movimientos más comple­jos. Esas acciones elementales son: cami­nar, correr, saltar, agarrar, lanzar, chutar, rodar, reptar o trepar, entre otras. A partir de ellas organiza la preparación física para la práctica deportiva o simple­mente para el mejor acondicionamiento del cuerpo.

Hipocinesis
Se llama así a la falta de movimiento. Las personas poco dinámicas cuyos movimientos son elementales suelen tener problemas físicos que ocasionan el aumento del tejido adiposo del organismo; una incorrecta formación de los huesos y el deterioro del sistema muscular. Incluso provoca lo que se conoce como "analfabetismo motor": esa persona acaba por no desarrollar los recursos motores para reali­zar muchas de las actividades que lo relacionan socialmente con su entor­no.

Ejercicio físico y vida social
Los beneficios proporcionados por la práctica del ejercicio físico sobre el cuerpo y el estado de ánimo, lo ha convertido en una actividad más dentro de la vida social de la mayoría de la población actual. Los habitantes de las ciudades han sido los grandes descubridores de esta actividad y son sus mayores consumidores ya que les sirve para paliar los efectos de sus ocupaciones sedentarias y para descargar las tensiones cotidianas.
Es importante para los practicantes de actividades físicas tomar conciencia de que sólo se debe hacer de acuerdo con la edad y las condiciones físicas de cada uno.
Sin distinción de sexos ni de edades, el ejercicio físico está en la mira de niños, adolescentes y adultos que también encuentran en su práctica un modo de relacionarse con los demás. Ejercitado en los colegios, al aire libre o en los gimnasios resulta una buena combinación entre el bienestar físico y el placer de hacer amigos.

Gimnasia adelgazante
Perder kilos se ha convertido en una necesidad tanto para las mujeres como para los hombres. En la actualidad las modas imponen cuerpos bien moldeados. Para conseguirlo, no bastan las dietas alimentarias. Un programa de ejercicios físicos resulta un complemento imprescindible, que ayuda a quemar calorías para reducir los kilos sobrantes y la acumulación de grasas.
Trabajar con ejercicios físicos cada grupo muscular por separado es la clave. El esfuerzo al que se ven sometidos los tonifica y los va modelando, algo que se nota en la figura que comienza a reducirse en las zonas trabajadas.
En las primeras sesiones de gimnasia, es aconsejable seleccionar una tabla de ejercicios que resulte fácil y agradable para realizar. Poco a poco se debe ir aumentado la dificultad para lograr un mayor efecto. En cuanto al tiempo, lo ideal es tratar de mantener una duración mínima de 20 a 30 minutos por sesión, unas tres veces por semana.
Una sesión ininterrumpida y completa de los ejercicios seleccionados, consume de 300 a 400 calorías.
Antes de iniciar cualquier plan de gimnasia es aconsejable hacer ejercicios de estiramientos y calentamiento de los músculos, para evitar las lesiones que se puedan producir si se comienza a trabajar en frío. Al finalizar la sesión hay que repetirlos, para evitar la tensión muscular que provoca el esfuerzo realizado.
El ritmo cardíaco, acelerado durante el transcurso de los ejercicios, se recupera a medida que se reduce la actividad física y sobreviene un período de recuperación.
Los resultados de esta gimnasia se pueden comenzar a notar en la figura a partir del mes de trabajo. Si se mantiene el ritmo de ejercicios, no es necesario seguir una dieta alimentaria especial para adelgazar. Aunque sí debe ser equilibrada en proteínas e hidratos de carbono.
Es importante recordar, que para adelgazar hay que perder entre 400 y 1.000 calorías por día, de acuerdo con el peso de la persona y lo que desee perder. Sin embargo la cantidad de calorías ingeridas nunca deberá bajar de las 1.200 diarias. Niveles inferiores a esa cantidad pueden ocasionar problemas con el metabolismo basal y provocar deficiencias de nutrición.
Para los niños con exceso de peso, también es recomendable elaborar un plan de gimnasia acompañado con una dieta alimentaria, ambos elaborados por un profesional médico.

Grasa y peso corporal
El desarrollo muscular se produce de forma diferente entre hombres y mujeres. Durante la adolescencia de los varones, los testículos producen la testosterona, una hormona que provoca el desarrollo muscular sobre todo en el pecho y la zona de los hombros. Por su parte en las mujeres los estrógenos (hormona sexual) son los encargados de desarrollar principalmente las mamas y las caderas y determinan el almacenamiento de tejido graso. El peso corporal de la mujer está constituido, idealmente, en un 23 por ciento por grasa y en el hombre en un 15 por ciento.

La batalla contra el estrés
El exceso de presiones que supone la vida diaria con todas sus complicaciones, sobre todo en las ciudades, sirve para acumular tensiones que repercuten disminuyendo el rendimiento físico e intelectual de las personas. Agotamiento, falta de voluntad, debilidad y la propensión a enfermar frecuentemente, son los síntomas más claros de lo que se llama estrés: un consumo inconsciente y desproporcionado de energías que deja el cuerpo muchas veces sin defensas naturales y debilita sus órganos, aparatos y sistemas, impidiendo el desarrollo de una vida normal.
La secuencia que deriva en un estado de estrés, sigue estos pasos: se produce un incremento de adrenalina en sangre que provoca la subida de la presión arterial y un aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión del sistema nervioso. En estos casos se exige al organismo un rendimiento superior al normal que, por el esfuerzo, puede desencadenar en enfermedades o trastornos tales como úlceras, insomnio, estados depresivos o alopecias, entre otras afecciones y resulta un factor de riesgo de infarto para quienes sufren problemas vasculares.
Practicar alguna actividad física de acondicionamiento general, por ejemplo nadar, correr, andar, jugar a la pelota, o hacer ejercicios físicos, resulta el mejor modo para combatir el estrés. De esta forma se contrarresta la tensión acumulada durante el día con un esfuerzo controlado que permite la distensión nerviosa y la evasión de los problemas que la provocan.
Sin embargo es preciso realizarlo de una forma continuada y progresiva; partiendo desde una intensidad baja para ir aumentándola poco a poco a medida que le cuerpo se siente en condiciones de responder a un esfuerzo mayor. Por el contrario, practicar una actividad física una vez por semana, por ejemplo, pretendiendo desarrollar una intensidad máxima puede resultar peligroso para la salud: se corre el riesgo de sufrir lesiones musculares y óseas y aumentar la posibilidades de disfunciones cardíacas.

Técnicas de relajación
Las prácticas de relajación aportan fundamentalmente serenidad emocional y claridad mental. A partir de este estado se mejora la receptividad, la captación de estímulos y también la creatividad. Los ejercicios de relajación aportan a las personas el sosiego necesario para evadirse de los problemas diarios y también contribuyen a mejorar su forma física.
Cuando se logra una relajación profunda, disminuye el metabolismo; el ritmo cardíaco y el respiratorio se enlentecen, de manera que no sólo se produce un estado de calma mental sino también del cuerpo y de todas sus funciones orgánicas.
En el terreno práctico y cotidiano existen técnicas que se ejercitan para evadirse de tensiones altas como consecuencia del trabajo, los estudios o preocupaciones generales. La psicología da respuestas a estas disfunciones ofreciendo algunas de esas técnicas, como el autocontrol; la autohipnosis (ejercicios de concentración máxima); la visualización (recordar movimientos ya practicados y repetidos para tomar confianza momentos antes de llevarlos a cabo nuevamente) o una técnica muy utilizada en el deporte de alta competición, la activación: es decir darle al cuerpo el nivel de tensión adecuado, con un equilibrio entre el cuerpo y la mente, para la realización de un esfuerzo determinado. Si el cuerpo está sobreactivado, sumamente tensionado, los músculos se agarrotan y no se puede pensar con claridad; si ocurre lo contrario y está subactivado no tendrá la tensión suficiente para responder a los estímulos que recibe. En ambos casos el rendimiento del deportista estará por debajo de sus posibilidades máximas.
Otras técnicas giran alrededor de la concentración: la capacidad de centrar el pensamiento en un solo foco de atención, sin dispersarse para atender a cientos de estímulos que aparecen en el entorno. Un ejemplo: una persona cierra sus ojos durante tres minutos, mientras realiza entre cinco o seis inspiraciones profundas y lentas, cargando sus pulmones con el mayor volumen de oxígeno. Seguidamente busca sólo un punto de atención: sus pulsaciones. Las siente con sus dedos y cuenta hasta 120. De inmediato vuelve a repetir las ejercitaciones respiratorias iniciales, siempre con los ojos cerrados, intentando que los músculos de su cuerpo no estén tensionados. Esta técnica simple es básica y se encuentra en los más diversos ejercicios usados también por deportistas de alta competición, muy alterados por la inminencia de una prueba. De esta manera aclaran su mente para decidir correctamente en situaciones de alta presión y evitan la pérdida inútil de energías como consecuencia del nerviosismo.
Estos mismos efectos se logran con técnicas orientales más complejas.
El yoga, nacido en la antigüedad en el Lejano Oriente, es una de las técnicas más empleadas para frenar la inquietud física y serenar los estados de nerviosismo. No hay límite de edad ni de sexo para practicarlo. No es una actividad violenta ni incita a movimientos bruscos y siempre debe estar supervisada por un especialista. Como en la mayoría de las actividades físicas, es recomendable practicarla con cierta frecuencia para alcanzar la efectividad que se busca.
Las asanas o ejercicios medicinales del yoga actúan sobre las diferentes partes del cuerpo y a través de ellos se puede lograr el aumento de la flexibilidad y la movilidad muscular para propiciar la relajación y en consecuencia el equilibrio del sistema nervioso. Así se provoca una sensación general de tranquilidad que permite alcanzar un completo estado de relajación. Otras técnicas orientales como el tai-chi o el shiatsu, tienen como el yoga una concepción global del cuerpo que contribuye a alcanzar el grado buscado de relajación.
Los baños de agua caliente son un recurso importante para contribuir a la relajación. Sobre todo si el agua está mejorada con sales, algas o aceites balsámicos que contribuyen a un mejor efecto. Por lo general tienen una duración de 10 a 15 minutos.

Prevención de enfermedades
La vida sedentaria provoca una serie de efectos no deseados sobre la salud. La mayoría de los males que padecen los habitantes de las sociedades más desarrolladas y de las grandes ciudades se originan, en un alto porcentaje, por la carencia de una actividad física practicada con regularidad y orientada a beneficiar diferentes aspectos de la salud.
El primer paso para "atacar" el sedentarismo y sacar provecho de una actividad física, es aprender a conocer cuáles son las necesidades primordiales del organismo y si está preparado para hacer ejercicios físicos. Una vez resuelta esta cuestión sólo queda iniciarse en alguna práctica física (correr, montar en bicicleta -también vale la estática- nadar, jugar al tenis, practicar el golf, hacer marcha, jugar al fútbol o al baloncesto, entre otras posibilidades).
La mayoría de las actividades físicas que pueden emprenderse están indicadas para prevenir trastornos arteriales, coronarios y cardiovasculares. El ejercicio aumenta la circulación coronaria y también el volumen de sangre por pulsación; contribuye a mejorar la capacidad pulmonar y la frecuencia respiratoria y aumenta la masa muscular.
Entre otros efectos positivos sobre el cuerpo el ejercicio físico también regula el metabolismo ya que reduce las grasas y el nivel de azúcar en sangre. Asimismo resulta beneficioso para prevenir estados depresivos y de ansiedad porque actúa como un relajante, despejando las tensiones nerviosas.

El esqueleto cumple años
A medida que pasan los años, la masa ósea va sufriendo un deterioro muy marcado que se inicia después de los 30 años, siendo la mujer la que sufre una pérdida mayor que el hombre. La capa ósea más afectada es la trabecular, convirtiendo a los huesos en sumamente frágiles. Se ha comprobado que hacia los 70 años la mujer ya ha perdido más del 20 por ciento de la masa ósea que poseía a los 30, mientras que en el hombre esa pérdida es del 10 por ciento.

Hábito social
Es frecuente cruzarse por las calles de las grandes ciudades -sobre todo los fines de semana- con más de un "deportista" que corre, monta en bicicleta o hace ejercicios de gimnasia sobre la hierba de algún parque. Los gimnasios también acaparan la atención de atletas aficionados, muchos improvisados, que los abarrotan desde el viernes al domingo, ocupando -por una imposición de la moda del momento- las salas de aparatos para musculación, las canchas de tenis o squash y las pistas de baloncesto o fútbol sala. Para estos deportistas de fin de semana, cumplir con una actividad física forma parte de un rito social del que no pueden ni quieren estar alejados. Es lo que está de moda en los lugares de trabajo, entre el círculo de amigos o en los centros de estudio y generalmente prolongan en la actividad física la competitividad que manifiestan en la vida diaria. Son numerosas las personas que, sin distinción de sexo, de edad, de ámbito profesional o de nivel social, se apuntan al esfuerzo que les supone hacer ejercicio físico durante una o dos horas semanales. Sin embargo, finalizada la sesión en el gimnasio asumen hábitos tóxicos, poco compatibles con la práctica de cualquier actividad física o deportiva, como fumar, beber bebidas alcohólicas o dormir pocas horas diarias. Atendiendo la llamada de la moda, pocos se dan cuenta de que la efectividad de cualquier actividad física o deporte sólo se consigue practicándolo de manera continuada y progresiva. Sólo así es posible lograr un estado de forma adecuado que les brinde satisfacción personal y les permita soportar el ritmo de trabajo cotidiano.

Ejercicio físico y estética
El modelo de estética corporal que se impone para hombres y mujeres -glúteos realzados, brazos con músculos marcados, vientre duro, muslos firmes y pechos turgentes para las mujeres-, se consigue y se mantiene a través de una serie de actividades físicas puestas de moda en los últimos años. Sin embargo no es aconsejable excederse en la búsqueda de una estética perfecta, hasta el punto de recurrir a la ayuda de productos excitantes o esteroides anabolizantes para ampliar el volumen del entrenamiento, cuyo uso ocasiona serios perjuicios para la salud.

Aeróbic
La gimnasia aeróbica tal como se la conoce hoy, la pusieron de moda para el gran público, famosas estrellas del mundo del cine y de la moda de Estados Unidos, que comercializaron vídeos con sus propios programas de ejercicios aeróbicos. Muy pronto fueron adaptados por hombres y mujeres de todo el mundo, e incluso ha llegado a los niños bajo el nombre de "aeróbic infantil".
Esta gimnasia consiste en una serie de ejercicios intensivos que hacen funcionar los principales grupos musculares -sobre todo los de piernas y caderas- para proporcionarles resistencia aeróbica combinando movimientos rítmicos, repetidos constantemente, con algunos pasos de danza, que ejercitan todo el cuerpo. Los ejercicios aeróbicos están acompañados con un fondo musical que marca la intensidad de cada sesión. Porque si hay algo que caracteriza al aeróbic es una actividad constante que exige un permanente esfuerzo físico. Aunque existen niveles de baja y mediana intensidad.
El mayor objetivo del aeróbic es dinamizar el cuerpo. Los resultados que se obtienen con su práctica son la firmeza muscular, el enriquecimiento de los movimientos del cuerpo, el aumento de la resistencia cardiovascular, la disminución de la grasa corporal y también la potenciación de la coordinación física.
Las sesiones se inician con ejercicios suaves de calentamiento, seguidos de una parte principal de 15 a 20 minutos de movimientos constantes y finalizan con una sesión de relajación.

Actividad física y consumo de calorías
Practicar algún tipo de ejercicio físico o un deporte, consume una determinada cantidad de calorías por hora que varía de acuerdo con la actividad elegida. En el siguiente cuadro se puede ver una relación entre diferentes actividades y el consumo de calorías que suponen:
Correr (10 km por hora) 600 a 660 calorías
Natación de competición 600 a 660
Jogging suave 480 a 600
Baloncesto 480 a 600
Esquí 480 a 600
Tenis individual 420 a 480
Montar en bicicleta rápido 360 a 420
Andar rápido 360 a 420
Andar más rápido 300 a 360
Tenis por pareja 300 a 360
Golf 150 a 240
Andar despacio 110 a 150

Fitness
El fitness es un método adecuado para realizar trabajos de musculación y potenciación de la fuerza. Desarrollar los músculos incluso para mejorar el aspecto físico y lucir una estética acorde con la moda que se impone, no resulta una tarea complicada si se está dispuesto a realizar los ejercicios necesarios para conseguirlo. Este sistema combina una serie de ejercicios físicos con pesas y aparatos en los que se ejercitan los músculos o grupos musculares que más se quieren potenciar, sin que lleguen a desarrollarse como los de los culturistas.
Es importante no confundir el fitness con el culturismo, ya que el trabajo muscular para este último es mucho más intenso.
Los ejercicios del fitness, al tonificar los músculos, también ayudan a prevenir la pérdida de la masa ósea, ya que la estimulación para fortalecer los huesos es la misma que tonifica y desarrolla los músculos. Así se puede prevenir la osteoporosis, un problema que padecen ambos sexos, aunque en mayor medida las mujeres, a partir de los 60 años.
La práctica de esta gimnasia previene también la hipertensión, el riesgo de enfermedades coronarias -sus ejercicios fortalecen el corazón y el sistema cardiocirculatorio-, contribuyen a reducir el estrés y mantienen el peso al mismo tiempo que se reducen centímetros donde más se acumulan las grasas. Media hora de ejercicios con aparatos consumen doscientas calorías.
El fitness está indicado para la mayoría de las personas, ya que la resistencia de los aparatos se puede ajustar a las necesidades físicas de cada uno. Cada sesión consta de ejercicios de calentamiento, trabajos cardiovasculares, ejercicios de musculación en los aparatos y finalmente ejercicios respiratorios para relajarse. Puede durar entre una hora y una hora y media. Siempre debe estar dirigida por un monitor y se aconseja repetirla al menos dos veces por semana.

Gimnasia pasiva
Algunas personas, por diferentes motivos, no pueden llevar a cabo ningún tipo de esfuerzo físico de importancia. Otras, en cambio, ni siquiera se plantean -por pereza o por falta de voluntad- acudir a un gimnasio para seguir una tabla de ejercicios físicos que beneficien a su organismo y de paso moldeen su cuerpo. Sin embargo, en ambos casos, estas personas sí necesitan mover sus músculos para tonificarlos, ya que el exceso de sedentarismo los deja flácidos con mayor rapidez que a una persona que lleva a cabo alguna actividad física.
Quienes no pueden o no quieren practicar ejercicios físicos, tienen un recurso en la gimnasia pasiva. Un tipo de ejercitación muscular en la que no es necesario que la gente que la practica haga esfuerzo voluntario alguno. Concebida, como su nombre lo indica, para que la participación de los que acuden sea pasiva, una serie de aparatos se encargan de realizar por ellos una batería de ejercicios programados para tonificar los diferentes grupos musculares.
Los beneficios que otorga esta gimnasia están centrados, sobre todo, en la tonicidad de los músculos. El tiempo para alcanzarlos siempre es mayor que si se realiza una actividad física participativa. También se pierden kilos y se modela el cuerpo, pero a largo plazo ya que el desgaste de calorías es muy bajo.
Este tipo de gimnasia generalmente no se practica en centros deportivos, sino en institutos privados de estética.

Resumen
A partir del hombre primitivo la motricidad ha sido una necesidad vital. El movimiento permite la supervivencia. Desde esos primeros tiempos histórico en los que el desenvolvimiento era torpe se fue evolucionando y mejorando funciones motoras básicas como andar, correr, saltar, lanzar, coger, entre otras.
Los seres humanos son capaces de hacer tres tipos de movimiento, el voluntario (consciente) el involuntario (inconsciente) y el autónomo, ejemplificado por las rítmicas contracciones del corazón. A partir de estos principios se conciben los ejercicios físicos y las prácticas deportivas con una función social.
La práctica del ejercicio físico se ha convertido en las sociedades modernas en una válvula de escape al ritmo vertiginoso de la vida cotidiana, sobre todo en las grandes ciudades. Incluso a través de esta actividad se consiguen los modelos atléticos que esas mismas sociedades exigen, impuestos por las modas. Aunque también es sinónimo de calidad de vida ya que el bienestar que proporciona al organismo y al ánimo ha lanzado a gran número de personas a elegir diferentes tipos de gimnasias para poder conseguirlo.
La oferta de ejercitaciones físicas es amplia y se adapta a todas las necesidades. Quienes pretenden adelgazar y reducir grasas disponen de tablas de ejercicios físicos para quemar calorías, endurecer los músculos y reducir centímetros. Las personas estresadas, tienen una posibilidad para combatir la tensión nerviosa practicando alguna actividad deportiva que las destensione, como nadar, correr, jugar a la pelota o simplemente andar.
Las técnicas de relajación, como el autocontrol, la autohipnosis, la visualización o la activación permiten lograr un equilibro entre la mente y el cuerpo. El yoga (una de las más practicadas), permite también alcanzar esa armonía entre el cuerpo y la mente para lograr la estabilidad del sistema nervioso.
La actividad física contribuye también a prevenir enfermedades porque mejora la circulación sanguínea, fortalece los huesos y tonifica los músculos.
En cambio, convertido en moda, el ejercicio físico o las prácticas deportivas pueden resultar ineficaces e, incluso transformarse en hábitos perjudiciales ya que no se respetan ni los tiempos ni las condiciones correctas para realizarlos.
Durante los últimos años una serie de métodos de trabajo físico se han dirigido a la búsqueda de la estética, como el fitness o el aeróbic. Con el primero se potencian diferentes grupos musculares mediante una combinación de trabajos con pesas y baterías de aparatos.
El aeróbic contribuye, a través de la repetición de sus rítmicos ejercicios, a tonificar los músculos, aumentar la resistencia aeróbica y desarrollar el sistema cardiovascular.
La gimnasia pasiva es otra opción, enfocada a quienes no pueden realizar ejercicios violentos o a los muy perezosos, ya que una serie de aparatos ayuda a trabajar los diferentes grupos musculares: su finalidad es tonificarlos y quemar calorías lentamente.