domingo, 15 de junio de 2008

El físico y sus fases de desarrollo

Preparación física, educación física y entrenamiento
La educación física es un proceso que tiene por objetivo la formación de las personas, desde niños, para que puedan orientar el desarrollo de sus capaci­dades y de sus destrezas motrices y la transformación de sus hábitos para alcanzar una mejora de su calidad de vida.
Se suelen utilizar definiciones similares para educa­ción física, prepa­ración física y entrenamiento. Sin embargo son procesos diferentes aunque complementarios.
Particularmente la comparación entre educación y preparación física deja observar las diferencias en los objetivos y las intenciones que se plantean, los medios utilizados e incluso el tipo de trabajo a través del cual se desarro­llan.
Los fines de la educación física son generales y muy amplios; mientras que los objetivos que persigue la preparación física suelen ser concretos y específicos. En la medida que la educación física tiene un carácter general sus intenciones son las de un desarrollo equilibrado del cuerpo y de sus capacidades motoras; en tanto que la preparación, al estar subordina­da a un fin concreto (un partido, una carrera, un juego, etc) debe alentar un desarrollo desequilibrado, volcado a preparar los grupos musculares y las capacidades motoras que más se van a utilizar en esa actividad específica.
El entrenamiento, además de la preparación física, suma también la enseñanza y perfeccionamiento técnico, táctico-estratégico y la preparación psicológica no sólo dirigida a realizar un deporte o una actividad física sino, fundamentalmente, a mejorar el rendi­miento a la hora de llevarla a cabo.

Etapas del desarrollo motriz
La educación física no se reduce simplemente a la enseñanza de ejercicios, actividades físicas o la práctica deportiva en general, ni tampoco a la organización reglada de esa enseñanza a través de instituciones públicas y privadas. En realidad la educación física se refiere en primer término al aprendizaje motriz que todos los seres humanos deben realizar para mejorar sus capacidades desde el instante mismo en que comienzan su vida.
En el mismo momento del nacimiento los movimientos del bebé le permiten iniciar su desarrollo motriz individual. Durante la prime­ra e­tapa de la vida se desplaza, gatea, camina e incluso coge objetos. Hasta los dos años el niño inicia un aprendizaje motor basado en el desarro­llo de la coordinación para establecer las distancias y el tiempo requerido para realizar sus movimientos. Va probando e intentando una y otra vez. Cuando descubre un progreso en sus movi­miento el niño aumenta su autoestima, lo que le otorga mayor seguri­dad y le permite mejorar su motricidad.
De los 2 a los 6 años: su actividad motriz se acelera, comienza a medir mejor sus fuerzas y posibilidades de desplazamientos. Juega todo el tiempo haciendo imitaciones del mundo exterior: es un caballo, luego copia a otra persona adulta, a un avión­...­ Y se mueve torpemente. Sin embargo a medida que crece afina sus movimientos, sobre todo coordi­nándolos mejor.
Entre los 6 y 11 años: los niños atraviesan diferentes etapas de crecimiento que condicionan su motricidad. Se distinguen tres fases. De 6 a 8 años el cuerpo se estiliza y ese desarrollo acarrea ciertos problemas motores: tienen una insuficiencia muscular que les provoca inseguridad en los movimientos, cierta torpeza y exceso de gasto de energía (fuerza que ejercen de más) como consecuencia de un proceso de adaptación al desarrollo. Un desarrollo que continua en la segunda subfase de los 8 a los 9 años, en la que vuelven a restablecer su equilibrio corporal, aunque su aparente vitalidad se contra­dice con una fuerza y una resistencia limitadas que les impiden grandes esfuerzos. Hasta estas eda­des no es aconsejable que se especialicen deportivamente, ­es mejor que aprendan una amplia gama de capacidades físicas que en el futuro les permitan ejercitar cual­quier deporte o actividad física con un amplio bagaje de recursos motores.
De los 9 a los 11 años, vuelven a realizar un cambio físico importante que les devuelve a estados de torpeza vividos en fases anteriores. Cada transformación física comporta una crisis de inseguridad que les hace actuar con lentitud y dificultades de coordinación en sus movimientos.
A partir de los 12 años entran en una fase prepuberal con profun­dos cambios físicos que inciden en la personalidad y se prolon­gan durante al menos cuatro o cinco años. Las características físicas más determi­nantes en este período son el crecimiento de las piernas y los pies ante un tronco generalmente menos desarrollado comparativamente. Este desequilibrio se nota aún más en la musculatura escasa. Al inicio de este proceso los fenómenos glandulares (la menstruación) que originan la pubertad permiten observar una frontera precisa entre las niñas y las adolescentes. Sin embargo entre los jóvenes ese proceso es más difuso y se alarga en el tiempo sin demasiadas precisiones más que las marcadas por la propia evolución física del adolescente. En estas edades comien­za a modelarse lo que será el cuerpo adulto (nuevas medidas antropomé­tricas, crecimiento esque­léti­co-muscular) que definitivamente permi­tirá a esa persona desa­rrollar a máximo nivel todas sus capaci­da­des físi­cas.

1 comentario:

Osvaldo Leboso dijo...

Me parece que es muy informativo. Edith