martes, 17 de junio de 2008

Así condicionan los factores psicológicos el rendimiento del futbolista en la competición


Introducción
En este trabajo se ofrece una visión general de los procesos de ansiedad y estrés en general y vinculados especialmente con estímulos que percibe el futbolista: desde traumas hasta síndromes o miedos arraigados en su psique, o como consecuencia de la reproducción de conflictos deportivos que le producen vivencias negativas. También se observan los efectos fisiológicos y conductuales provocados por esos estímulos psíquicos. Y cómo esas consecuencias a su vez disminuyen su rendimiento durante la competición.

Prólogo
Cada vez más frecuentemente se oye hablar a los futbolistas, a los entrenadores, a los preparadores físicos, al resto del entorno técnico-profesional y dirigencial vinculado al fútbol y a sectores que conforman el entorno social, desde espectadores hasta medios de comunicación, sobre las presiones que sufren los jugadores cada vez que entran a un terreno de juego.
La importancia de los factores psicológicos que influyen en su desempeño ha tomado una relevancia manifiesta. Hasta hace pocos años estaba supeditada a situaciones extremas: partidos finales, fases clasificatorias, encuentros para evitar el descenso o la ejecución de un penalti decisivo, por poner algunos ejemplos. Actualmente se habla de la influencia fundamental que ejerce el estado de ánimo, modificado por los estímulos internos y externos, sobre el jugador. Y cómo varía su rendimiento en el campo de juego a la hora de disputar un partido de fútbol, con valor decisivo o sin él. A modo de ejemplo: se cuestiona si el apoyo del público propio, considerado generalmente como un impulso positivo, puede resultar una presión negativa para algunos jugadores. O si el exceso de motivación deviene en agresividades no deseadas y gastos de energía inútiles. A partir de la formulación de cuestiones de este tipo, y de otras muchas similares, se abrió una puerta para profundizar en el estudio de los diversos factores psicológicos que condicionan negativamente el rendimiento individual y colectivo de los futbolistas.

1.0 Presión y autopresión
El estado emocional de un futbolista cambia sustancialmente cuando está presionado; definiendo presión como un genérico que incluye las tensiones que provocan demandas externas que el jugador no puede cumplir, y autopresión, como la exigencia que ese jugador se reclama a sí mismo por encima de sus propios límites (Marcelo Roffé, 2003).
Actualmente el futbolista de elite está la mayor parte del tiempo expuesto públicamente. Tiene un escaso ámbito privado, circunscrito casi por completo a su vida familiar. Esa exposición social lo transforma en el blanco de las exigencias del público, los medios de comunicación, el cuerpo técnico, los dirigentes. Y la presión se centra y aumenta específicamente durante el partido de fútbol. En ese escenario se le pide que responda con la máxima perfección a los deseos y fantasías de ese entorno social, sin reparar en muchos casos, en su estado anímico y físico, en sus propias decisiones, en las relaciones socioafectivas de ese momento, etc.
En relación o no con las presiones externas los jugadores experimentan en ocasiones demandas propias para realizar acciones para las que no están preparados. En oportunidades un jugador de buen nivel y rendimiento regular juega lesionado; sin embargo se exige a sí mismo un rendimiento del 100 por cien, ignorando las dificultades que padece.
Esa autopresión puede reducir aún más su rendimiento, ya limitado por la
lesión. Tiene sentimientos depresivos de frustración y culpa generadores de una alta ansiedad que provoca, a su vez, diversos efectos negativos en su conducta deportiva: falta de concentración, inseguridad, reducción de la autoestima, conducta agresiva, etc.
En general todos los estímulos vinculados a la presión, externos o internos, provocan un aumento de la ansiedad. Y ésta se dispara por encima de los niveles de tensión competitiva, reconocidos como necesarios para responder a las demandas del juego: agresividad deportiva, atención, estado de alerta....

2.0 Ansiedad y ansiedad competitiva
Sigmund Freud definió en 1936 la ansiedad como la manifestación de la energía reprimida por la libido. Poco después corrigió o amplió el concepto: la ansiedad era como una señal de peligro inminente que percibía el organismo. Ese peligro podía ser externo o ser una anticipación del ego que se traducía en impulsos agresivos. Fue el comienzo, porque a partir de entonces otros científicos bucearon en la ansiedad comprobando que esas definiciones freudianas eran cortas. En realidad la ansiedad era un fenómeno mucho más complejo.
Una teoría clásica define la ansiedad como una propiedad de la personalidad estable y la considera como un punto más en el proceso de activación. Otro autores han sumado a esta definición, cercana a la fisiología, un componente cognitivo: cuando la activación se interpreta como algo negativo que impide la adaptación, entonces los índices de activación pueden ser considerados como indicadores de ansiedad (Sara Márquez Rosa, 2004).
Tal cómo explica Howard Slusher (Hombre, deporte y existencia-1967): (...) “Como en la mayor parte de los aspectos de la vida, la ansiedad también está presente en el deporte (...) Cada vez que una persona sale al campo no solo vive con ansiedad sino que la aprovecha, ya que le motiva para conseguir una mejor utilización de sus habilidades en la competición”. Sin embargo hay un momento en que la ansiedad competitiva cambia sus estímulos positivos en negativos. Para Pons y García Merita, la competición se convierte en una amenaza para el jugador cuando es capaz de percibir el carácter irrepetible, irreparable y efímero que tiene un partido de fútbol.
Irrepetible: porque, a pesar de haber disputado muchos encuentros, considera a ese partido en particular (por lo que está en juego) como una oportunidad única para alcanzar un objetivo de la máxima importancia.
Irreparable: porque debe demostrar sus capacidades sin margen de error ya que no hay posibilidad de rectificar. Si bien ésta es una característica de cualquier juego, en ese partido de singular trascendencia, se dispara esa sensación de que los márgenes de error se acortan: seguramente piensa que no hay tiempo para rectificar un gol en propia meta, un penalti decisivo fallado, etc.
Efímero: porque en ese escaso tiempo se resuelve el resultado: victoria o fracaso. Por ejemplo durante una final: en 90 o 120 minutos se define todo el trabajo de decenas de partidos y de entrenamientos anteriores. Quizá para un futbolista, signifique la respuesta a toda su vida deportiva.
Bajo estas premisas un jugador superado por esa ansiedad negativa considera como objetivo único ganar la competición sí o sí. Es una necesidad tan extrema que erradica cualquier otro pensamiento. Un entrenador habló de la ansiedad que provocan las “urgencias históricas”. El jugador, superado por esa “urgencia”, es incapaz de considerar que su activación debe estar encarada hacia objetivos intermedios, como la atención a los cambiantes factores del juego para darles respuestas adecuadas; la correcta realización de los gestos técnicos en cada situación de juego para superar o anular al adversario; la percepción objetiva de las posiciones y movimientos tácticos para intentar obtener una ventaja deportiva; la administración más acertada del gasto energético en función de sus acciones para optimizar el rendimiento físico. Es decir, deja de lado los mecanismos del juego indispensables para rendir en las mejores condiciones.

2.1 Tipos de ansiedad
Según algunos autores, la ansiedad no se considera como un estado emocional simple, sino complejo y variable en el que influyen sentimientos subjetivos de aprensión y tensión. Estos están relacionados con la activación psicofisiológica del individuo manifestada como respuesta a estímulos cognitivos (internos) o ambientales (externos) (Pons y García Merita, 1994; Sara Márquez Rosa, 2005). Las diversas motivaciones personales que impulsan al futbolista a realizar el juego-trabajo que desempeña actúan como factores que influyen en su estado emocional. Una situación económica familiar y personal de suma necesidad, que le hace ver al fútbol como una tabla de salvación; el carácter de la competición que está disputando y la instancia de la misma (eliminatorias en las que se juega a todo o nada cada partido); un fuerte e incontrolable deseo competitivo propio de su personalidad, son situaciones que desembocan en una mayor autoexigencia y en el aumento consecuente de la ansiedad.
La ansiedad cognitiva está ligada a una característica exclusiva del ser humano: la capacidad para disparar estados emocionales y/o fisiológicos a partir de la anticipación de los estímulos psíquicos. Es decir, un futbolista aumenta su estado de motivación y supera la barrera de activación/implicación, cuando imagina hechos negativos que pueden suceder. Evalúa diversas situaciones como desfavorables o valora negativamente la falta de control sobre las incertezas de la competición. Sus pensamientos lo trasladan al campo de juego y se imagina en situaciones negativas o ante momentos decisorios que le trasmiten inseguridad.
La ansiedad ambiental está provocada por múltiples estímulos: el entorno familiar y amistoso, el entorno técnico e institucional (dirigentes, entrenadores, preparadores físicos, médicos, fisioterapeutas), el entorno social (los medios de comunicación, los espectadores). Todo ellos demandan de forma directa o indirecta (con su pedido explícito o con sus comentarios o actitudes) una exigencia al jugador: ganar, golear, jugar mejor, implicarse más.
La ansiedad cognitiva interactúa con la ambiental y pasa de manifestarse en un terreno exclusivamente psíquico al terreno fisiológico, donde se observan los efectos en la tensión muscular, en la frecuencia cardiaca, en la frecuencia respiratoria, en la dilatación de las pupilas, en la epidermis, en el funcionamiento de glándulas excretoras....

2.2 Causas de la ansiedad
El origen primero de la ansiedad es la percepción del futbolista de que ante un partido (momento donde debe demostrar sus capacidades) las demandas de esa competición están por encima de sus posibilidades. Esa interpretación subjetiva de un hecho objetivo (el partido) lo lleva a lo que se llama una inadecuación entre el objetivo a obtener y sus posibilidades para llevarlo a cabo en el momento requerido. ¿Por qué duda? ¿Por qué se siente inseguro? Porque no tiene confianza en sus capacidades para poder responder a las exigencias.
El síndrome de inadecuación en sí es una definición genérica de la causa de ansiedad. Sin embargo muchos autores coinciden en que existen causas personalizadas de la ansiedad que tienen que ver con la propia personalidad del individuo, su estado de ánimo en el momento precompetitivo y competitivo y en la valoración de su entorno. En deportes individuales estas causas se pueden aislar mejor, en la medida que hay que interpretarlas sobre un solo deportista.
En deportes de equipo, como el fútbol, donde el rendimiento individual está interrelacionado con el desempeño de sus compañeros y en oportunidades depende de ellos (un delantero aislado y sin conexión con el resto de sus compañeros por cuestiones tácticas, puede que no entre en juego ni haga goles y su rendimiento sea valorado como bajo) exigen un estudio más detallado de las causas y de cómo interactúan.

3.0 Manifestación de la ansiedad
Las manifestaciones de la ansiedad se clasifican de diferentes maneras. Hay autores que hablan de demostraciones cognitivas, emocionales y fisiológicas y otros de demostraciones conductivas, subjetivas y fisiológicas. En cualquier caso siempre distinguen tres manifestaciones interrelacionadas ya que, como se explicó anteriormente, un futbolista ansioso por cuestiones subjetivas evidencia cambios fisiológicos que lo llevan a modificar su conducta.

3.2 Manifestaciones cognitivas o subjetivas
Las manifestaciones cognitivas o subjetivas se pueden interpretar como aquello que el futbolista piensa para poder solucionar un problema. Se manifiesta en oportunidades como un bloqueo mental que le impide resolver una situación de la manera más adecuada. A partir de los diferentes niveles de ansiedad ese futbolista puede tener dificultades para armar ideas, sentirse confuso y desconcentrado como consecuencia de elegir inadecuadamente las decisiones.
Cuando se dice que un jugador de fútbol está demasiado “acelerado”, esa representación de su conducta tiene un origen cognitivo: percibe una realidad tamizada por una subjetividad que lo conduce a no encadenar sus ideas según su forma de pensar habitual....

3.2 Manifestaciones fisiológicas
Las manifestaciones cognitivas provocan reacciones en el organismo que se manifiestan fisiológicamente. La ansiedad (también el miedo) provoca un aumento del trabajo del sistema nervioso autónomo, el incremento de la actividad eléctrica de la epidermis, el aumento de la frecuencia cardiaca y también del ritmo respiratorio y del tono del aparato musculoesquelético. Sin embargo, como ya se verá en los puntos siguientes, cuando se hable de evaluaciones de la ansiedad, todavía se hace muy difícil evaluar estas manifestaciones fisiológicas de forma aislada para asignar una relación con síntomas inequívocos de ansiedad. Sobre todo porque estas manifestaciones corresponden también a la activación y a la adaptación del organismo del futbolista para jugar al fútbol. De manera que la cuantificación de esos valores para poder determinar que corresponden exactamente a un estado de ansiedad todavía no se pueden determinar con absoluta certeza; si no es en relación con el resto de manifestaciones que conforman el cuadro de ansiedad....

3.3 Manifestaciones conductuales o emocionales
Estas manifestaciones son la demostración de los temores e inseguridades que percibe el futbolista y que le hacen variar su conducta. La ansiedad puede manifestarse, entonces, en el enfado del jugador (con él mismo o con alguien del ambiente: un rival, el árbitro, su entrenador, un compañero, etc). Incluso ese enfado puede transformarse en furia, disparándose, de forma incontrolable su agresividad. De este modo, ante estímulos considerados “normales” para un deporte de contacto, pueden tener reacciones desproporcionadas.
Esas manifestaciones pueden también ser introspectivas y demostrarse a través de una conducta atemorizada que se traduce en la notable disminución de sus prestaciones durante el encuentro. En estos casos se suele decir que un jugador “desaparece” del juego, porque no participa del mismo, no se muestra activo y se “esconde” en zonas del campo alejadas de donde trascurre el juego sin ofrecerse a sus compañeros. En oportunidades se lo nota “ausente” como consecuencia de un estado de depresión que lo lleva a una conducta errática deportivamente y lo inhibe para competir.



4.0 Evaluación de la ansiedad
Todos los factores explicados pueden evaluarse de una manera u otra. Sin embargo el grado de complejidad no es poco. Los estados de ansiedad competitiva (incluso sus manifestaciones previas a la competición) solo se dan en un contexto concreto: la propia competición, de manera que su medición debe realizarse en los momentos previos a jugar un partido y durante el mismo. Es sólo entonces cuando se puede mesurar el estado de activación o de ansiedad del futbolista.

4.1 Evaluación de la conducta
Se realiza a través de la observación del futbolista. Sin embargo tiene la dificultad expuesta anteriormente: solo es válido el indicador de su comportamiento cuando se lo mide en el contexto adecuado. Puede ser, por ejemplo, que un futbolista esté retraído, silencioso, “ausente”, hosco, poco locuaz, características que no corresponden a su carácter habitual. Sin embargo ese humor puede responder a un estado de concentración máximo en su objetivo (el partido) y ser indicador de sus niveles de activación y no de ansiedad. Otro ejemplo: también es factible observar con detenimiento a un jugador cuyo carácter deportivo habitual es agresivo. Se comporta hiperactivamente, no deja de azuzar a sus compañeros en los momentos previos al encuentro -sin ser necesariamente un líder del grupo- y se lo observa sobrexcitado. Si esos indicadores observables de su conducta coinciden luego con un rendimiento por debajo de su nivel en el campo de juego y con grados crecientes de desconcentración, imprecisiones técnicas, errores tácticos, pronta fatiga y excesiva agresividad, se podría confirmar su estado de ansiedad.
Los porcentajes de fiabilidad de las evaluaciones conductuales del jugador dependen del conocimiento de su estado anímico, de sus reacciones en la vida diaria, de los entrenamientos y de las conclusiones extraídas de la observación durante competiciones anteriores. De tal modo que el observador pueda contrastar la información. Junto con estos datos hay que considerar también los niveles de autoexigencia y las presiones ambientales que se manifiestan durante el partido de referencia.

4.2 Evaluaciones fisiológicas
La medición de la frecuencia cardiaca es uno de los medios para poder evaluar los estados de ansiedad. Sin embargo diversos autores (Jonhston y col, 1990; Kubitz y Landers, 1993) advierten que la actividad física desarrollada durante la competición y los niveles de fatiga, pueden tener una influencia determinante en estos parámetros. De manera que si bien en otros deportes (por ejemplo los denominados de riesgo) la respuesta cardiaca puede resultar fiable, en el futbolista no necesariamente resulta segura.
En un trabajo realizado sobre el estado de los deportistas en los momentos previos a la competición (A.Z. Puni, 1974) se clasifican tres estados psicofisiológicos: óptimo, excesiva motivación (fiebre de pre-arranque) y apatía (apatía de pre-arranque). En el siguiente cuadro-resumen se observa la sintomatología en cada estado, relacionada con la motivación, el perfil cognitivo, la conducta, las reacciones fisiológicas y sus interrelaciones:



5.0 Síndromes y miedos
Ya se ha visto que las presiones ambientales y la autoexigencia provocan estados de ansiedad y estrés psicológico en los futbolistas de cara a un partido de fútbol. Y también se observa que el estado anímico genera cambios fisiológicos que se manifiestan en su conducta y rebajan sus prestaciones en el campo de juego. Se ha investigado que la repetición de condiciones similares de presión en partidos distintos, y alejados en el tiempo, pueden provocar reacciones parecidas como respuesta a esos estímulos semejantes. Algunos de esos comportamientos se han tipificado. A continuación se recogen algunos de ellos; los más relacionados con los futbolistas.

5.1 Trauma de la oportunidad perdida (TOP)
Los futbolistas guardan recuerdos tanto de sus momentos de triunfo como de sus derrotas y también de las circunstancias en que se desarrollaron cada uno de ellos. Y pueden tener influencia en su estado de ánimo si aquellas circunstancias se repiten, reviviendo la situación traumática. Las derrotas suelen ser traumáticas y más aún cuando se ven rodeadas de cuestiones especiales: una final donde se es favorito; partidos en los que se desaprovechan ventajas (contar con el marcador favorable o con superioridad numérica en el campo); no aprovechar oportunidades de gol para marcar (si un equipo “perdona” acaba pagándolo); tandas de penaltis perdidas.
Esos fantasmas del pasado saltan a la mente de los futbolistas cuando se presenta una situación similar durante un partido y sus pensamientos negativos visualizan la derrota.
El trauma de la oportunidad perdida (Gustavo Maure, 2003) está basado en la inseguridad y la desconfianza que genera en el futbolista aquella derrota imposible que guarda en la memoria y la posibilidad de que se repita. Ciertos autores han encontrado similitudes con el estrés post-traumático que afecta a las personas protagonistas o testigos directos de accidentes graves o catástrofes. El problema de este trauma es que generalmente el miedo a que se repita es justamente el motivo de que se vuelva a repetir. El temor es la causa del bajo rendimiento del futbolista, y probablemente de muchos de sus compañeros, en una especie de trauma colectivo que afecta finalmente al rendimiento del conjunto.

5.2 Complejo de inferioridad
Futbolistas que aparentemente se desenvuelven con un buen nivel de seguridad y autoestima en su vida diaria en una competición de presión moderada, pueden reflotar complejos ocultos bajo el disparador de situaciones límites de competición. En esas momentos críticos proyectan el “fantasma” de una niñez bajo el influjo de padres autoritarios o episodios de sumisión a la autoridad, en un rival de fuerte personalidad, dominante y que ejerce ese papel en el campo. Ante esa situación el jugador se siente débil, inhibido e impotente y su rendimiento se resiente. Se siente impotente para responder, se paraliza a la hora de tomar decisiones, no tiene la confianza suficiente para hacer lo que sabe y puede.
El complejo de inferioridad surge también como consecuencia de enfrentarse con un modelo de jugador frustrado, aquel que hubiese querido ser y, al que considera como perfecto, y que no pudo ser porque, por ejemplo su físico es distinto. Si considera su altura como escasa y cree que es una desventaja, un rival más alto lo puede acomplejar. Del mismo modo que si se ve a si mismo físicamente débil, un adversario grande y fuerte lo puede atemorizar, trasmitirle inseguridad.


5.3 Miedo a ganar o nikefobia
El nombre proviene de Nike, la diosa griega del triunfo. Alada y con una corona de laureles en su mano era la encargada mitológica de llevar hacia el final victorioso a los soldados atenienses. No es casual que la marca de ropa deportiva se identifique con su nombre: el triunfo en el deporte se transfiere al éxito en los negocios, muy acorde al fútbol actual. Por ese motivo es paradójico este temor que sienten algunos jugadores cuando perciben que el éxito está muy cerca y son capaces de advertir que pueden ganar.
Son muchos los futbolistas que ante una instancia tan decisiva, cuando su equipo está a punto de ganar, el miedo los atenaza, comienzan a sentir un cierto estado de angustia y ansiedad que los obnubila. La toma de conciencia de que el objetivo de vencer está cercano los desconcentra y sus resultados son manifiestos: cometen errores técnicos, se sienten mareados y débiles físicamente, sus músculos no le responden (se manifiestan niveles de descoordinación muscular), sus decisiones no son apropiadas y bajan su rendimiento de manera alarmante. Según algunos psicólogos “hacen todo lo posible, de manera inconsciente, por ´conseguir´ la derrota, porque no soportan el éxito”.

5.4 Síndrome del triunfador
De alguna manera tiene relación con la nikefobia. En la medida que el fútbol es un deporte de equipo, puede decirse que un futbolista puede vencer a pesar de su fobia al éxito. Sin embargo, después de triunfar, sus miedos siguen latentes. Es allí cuando surge la frase que representa mejor este síndrome: “lo difícil no sólo es ganar sino mantenerse en lo más alto”. Los mecanismos psicológicos que se disparan en estos casos hacen que el peor enemigo del futbolista sea él mismo. Una vez en la cima del éxito hace todo lo posible, de forma inconsciente y sin comprender su proceder, por boicotearse a sí mismo y al equipo. Su conducta se resiente: toma alcohol y drogas, puede dar positivo en un control antidoping; se enfada o se pelea públicamente con el entrenador que lo llevó al éxito; tiene lesiones por descuidos en el entrenamiento o en sus hábitos de vida en momentos clave; desilusiona a su entorno deportivo y social. En suma, su accionar es contrario al éxito conseguido y trata de aniquilarlo con su conducta. Es tan fuerte la presión por la responsabilidad que asume por haber ganado que su inconsciente prefiere volver al anonimato de la derrota antes que soportar la fama y la carga que le representa el triunfo.

5.5 Explosiones emocionales
La ansiedad provoca en ciertos casos aumento de la agresividad. No sólo de la agresividad deportiva necesaria para la activación del deportista, su puesta en marcha y para alcanzar los niveles de competitividad requeridos para un juego como el fútbol donde ser agresivo se manifiesta en el contacto con el adversario. Una de las premisas es que los límites de esa agresividad está dada por el propio reglamento de la competición. Sin embargo, ya sea por los propios estímulos de la competición (una final del campeonato del mundo, por ejemplo) o porque el futbolista soporta una carga socioafectiva o una presión ambiental que lo condiciona, su agresividad se descontrola. Sus desbordes emocionales lo llevan a percibir la realidad del juego desde una subjetividad peligrosa. Los adversarios pueden convertirse en los “enemigos” que se interponen entre él y el bienestar de su familia o su triunfo personal. De manera tal que él justifica el castigo en forma de juego violento, como una manera de “defenderse” de aquel supuesto riesgo que percibe. De ahí a una tarjeta roja hay un paso. Sin embargo antes de ese desenlace el jugador ya habrá dado muestras de esa agresividad desbordada en jugadas de aproximación y advertencia del final que se presiente. Incluso su rendimiento deportivo también será bajo. Probablemente se observe su hiperactividad en el campo hasta la fatiga; la falta de precisión en sus gestos técnicos; la desubicación en el campo de juego con respecto a las posiciones tácticas que debe ocupar. En otros casos la constante agresiva no se manifiesta fuera de la normalidad, sin embargo ante un gesto, una palabra o una acción de un adversario, percibida como una provocación o una agresión, el jugador sufre una explosión emocional y descarga toda su agresividad contenida en forma desproporcionada. Un ejemplo próximo en el tiempo y muy conocido por la fama de sus protagonistas, el marco y las circunstancias, fue la expulsión del jugador francés Zinedine Zidane durante la final del campeonato del mundo de 2006, tras su agresión al jugador italiano Marco Materazzi.

5.6 Implosiones emocionales
Son típicas de los jugadores poco comunicativos, retraídos. No habría que confundirlos con los jugadores “tranquilos” y equilibrados. Estos futbolistas tienen dificultades para expresar sentimientos, de modo que, como se dice popularmente, “llevan la procesión por dentro”. Este proceso, en el que acumulan tensiones y angustias, provoca afecciones psicosomáticas que se reproducen bajo la forma de calambres musculares, lesiones óseas por estrés, mareos, náuseas y problemas digestivos, entre los más frecuentes.
También se producen, entre otros efectos, problemas en la piel, afecciones respiratorias e hipertensión arterial. Un indicador de este tipo de enfermedades, que aparecen bajo la forma de implosiones, es que se manifiestan muchas veces durante la propia competición y en momentos decisivos de la misma. De tal modo que el rendimiento del jugador se ve seriamente afectado.

6.0 Relaciones entre ansiedad y rendimiento deportivo
En esa frontera difícil de discernir entre la activación para la práctica deportiva y la ansiedad se han elaborado distintas teorías que establecen una relación entre la ansiedad y el rendimiento deportivo, aunque en términos científicos lo que se mide es la activación.
Probablemente el mayor desafío al que se enfrentan los investigadores es la utilización de métodos de medida fiables para evaluar la ejecución. Algunos miden la cuantificación de gestos, tomando como referencia la mejor ejecución del deportista (Burtton, 1988; Márquez Rosa, 2005). Otros usan los llamados métodos de criterio-referente, basados en tablas de referencia estandarizadas que miden el rendimiento y permiten ejercer comparaciones entre deportistas individuales. Un tercer método consiste en la elaboración de escalas subjetivas en las que se miden diferentes habilidades y se reconoce un baremo para esas medidas. Esta evaluación la lleva a cabo el entrenador y, son las más utilizadas para evaluar deportes de equipo.


6.1 Teoría del impulso
Nace en 1943 desarrollada por Hull y luego es interpretada y enriquecida (Spence y Spence, 1966) al estudiar la relación existente entre activación y rendimiento. Según esta teoría si la activación se incrementa, la ejecución (rendimiento) también aumentaría y, en consecuencia, crecería la posibilidad de mejorar las respuestas correctas que dominen. De tal modo si un futbolista que de cada diez faltas directas convierte en gol una, es probable que cuando esté bajo mucha presión reducirá su eficacia. En tanto si de cada diez faltas convierte en gol siete, al contrario, potenciará la posibilidad de aumentar su porcentaje de aciertos.

6.2 Hipótesis de la U invertida
Enuncia que el rendimiento es óptimo cuando la activación /ansiedad es moderada, pero se reduce notablemente para niveles muy bajos o muy altos de activación. Según Levi, (1972) (Márquez Rosa, 2005) ambos extremos de la ansiedad resultan estresantes y por tanto perjudiciales para obtener un rendimiento óptimo del futbolista (gráficamente se representa con una U invertida). Otros científicos comprobaron que la aplicación de esta hipótesis depende también de las habilidades a desarrollar por cada deportista en cada deporte. El fútbol se encuentra entre los más complejos, tanto que, incluso, puede llegar a necesitar diferentes estados de activación para desarrollar distintas habilidades. En el golf, en cambio, se ha comprobado buen rendimiento con bajos niveles de ansiedad.

6.3 Teoría de la zona de función óptima
Establecer con mediciones de tablas subjetivas cuál es el estado de ansiedad óptima para cada deportista es el principio básico de esta teoría elaborada por Hanin (1986). Sus comprobaciones dicen que el estudio entre la ansiedad y el rendimiento se puede establecer sabiendo en la fase precompetitiva cual es la zona de intensidad de la ansiedad en la que se encuentra mejor preparado el deportista; donde sus ejecuciones alcanzan el grado óptimo de rendimiento. Este autor ruso, cuya teoría ha sido refinada entre 1997 y 2000, por él mismo, sostiene que se pueden realizar evaluaciones individuales a los deportistas, donde se integren todas la variables de estímulos que recibe y establecer su estado de activación óptimo.

7.0 Estrés y estrés deportivo
Entre la diversas definiciones de estrés la de McGrath (1970) dice que el proceso de estrés es un “desequilibrio sustancial entre la capacidad de demanda física y o psicológica y la capacidad de respuesta, en condiciones en que el fracaso en satisfacer esas demandas tiene consecuencias importantes” para el sujeto. Este autor argumenta que el proceso estresante se manifiesta en cuatro fases interrelacionadas recogidas en otros trabajos sobre el estrés en el deporte (Morilla 2000).
1. Demanda medioambiental. A la persona le llega la demanda física y/o psicológica. Un jugador que tiene que ejecutar un penalti.
2. Percepción de la demanda. Es un proceso subjetivo: cada persona la percibe de forma distinta.
3. Respuesta de estrés. La percepción genera una respuesta. Si se percibe un desequilibrio entre la demanda y sus posibilidades o capacidades para darle respuesta, aparece la sensación de amenaza y el aumento de la ansiedad.
4. Consecuencias en la conducta. La conducta real de la persona sometida al estrés sufre cambios.
En el terreno exclusivamente deportivo se encuentran causas específicas de estrés que alimentan el proceso. Algunas de ellas ambientales, de la situación, como por ejemplo la importancia objetiva de la competición (no se produce la misma percepción ni activación durante un partido amistoso que durante una final); la incertidumbre del resultado.
Las causas personales están relacionadas con el equilibrio psicológico del futbolista: a mayor autoestima más confianza que le permitirá rebajar las percepciones amenazantes y los niveles de estrés resultantes. Aunque otros problemas objetivos pueden incidir: no estar bien entrenado (en lo físico) o estar en proceso de separación de su pareja (psíquico) o tener una disputa personal con el público propio (social).

7.1 Manifestaciones fisiológicas
Un determinado grado de estrés estimula el organismo y permite la activación del mismo ante la demanda de un estímulo (Nogareda Cuixart, 2002). Por ejemplo ante el desarrollo de un partido de fútbol. Sin embargo cuando la activación supera lo necesario, la presión se mantiene y se entra en estado de resistencia. Si el factor estresante continúa su presión se alcanza la fatiga prematura, agotamiento, alteraciones funcionales. La percepción de estos síntomas negativos en muchas oportunidades retroalimentan el estado de estrés, porque según la percepción del futbolista estresado, no hace otra cosa que confirmar la amenaza que llevó su mente y su cuerpo hacia el estrés.
Cuando el futbolista percibe una amenaza, real o imaginada, su sistema nervioso simpático se activa y crea un estado de alerta general (excitación). El SNS es el encargado de la activación del organismo mientras que el sistema nervioso parasimpático (SNP), es responsable de las actividades más tranquilas. La activación del SNS supone la secreción de catecolaminas, hormonas que ponen al cuerpo en estado de alerta: lo preparan para responder a la amenaza. La catecolaminas son la adrenalina (la llamada hormona del miedo) segregada principalmente en casos de estrés psíquico y ansiedad, y la noradrenalina, relacionadas con el estrés físico o situaciones de agresividad (Nogareda Cuixart, 2000). Estas hormonas relacionan los fenómenos emotivos con las manifestaciones fisiológicas que producirán cambios en la funcionalidad y la conducta del futbolista. También se movilizan otras sustancias para responder a procesos vinculados al estrés. El páncreas secreta glucagón para elevar el nivel de glucosa en sangre esencial para la demanda de energía que exige el estrés. La pituitaria secreta prolactina para inhibir la función reproductora durante el estrés, como método de defensa del organismo. También dispara sustancias endógenas como las endorfinas y encefalinas, que anulan en un cierto porcentaje las percepciones de dolor.
Esta activación “de emergencia” en el organismo se manifiesta a través de:

· Dilatación de pupilas
· Dilatación bronquial
· Aumento de la coagulación
· Incremento del rendimiento cardíaco, con riesgo de convertirse en hipertensión arterial
· Vasodilatación muscular y vasoconstricción cutánea
· Reducción de los niveles de estrógenos (mujeres) testosterona (hombres): hormonas estimulantes del desarrollo sexual
· Aumento de la producción de tiroxina, favorecedora del metabolismo energético entre otras misiones

7.2 Efectos negativos sobre el futbolista
Como se decía anteriormente la prolongación del estado de estrés provoca alteraciones vinculadas con tensiones permanentes que se manifiestan en efectos no deseados; afecciones que aparecen en diversas partes del organismo y que condicionan la actividad deportiva.
Silvia Nogareda Cuixart sugiere ciertas consecuencias biológicas del estrés que, aunque generalista, también afectan al rendimiento deportivo. Con esa base se elaboró el siguiente cuadro:


Estas manifestaciones fisiológicas generales acarrean efectos negativos en el rendimiento del futbolista:
· Disminuye su rendimiento físico, por excesivo gasto de energía como consecuencia del estrés
· Pierde precisión en sus gestos técnicos por una mala coordinación nerviosa y porque su percepción visual disminuye y le induce a error.
· Aumenta la posibilidad de lesiones
· Su alta agresividad le hace sublimar las amenazas, valorarlas en exceso y gastar energías inútiles
· Puede caer en la apatía y o depresión con consecuencia de la frustración que le acarrea no responder a esa alta exigencia que le plantea el estrés
· Se deterioran las relaciones con sus compañeros y con los miembros del entorno ya que los márgenes de tolerancia y frustración disminuyen

8.0 Cómo controlar el estrés
La ansiedad y el estrés derivado deben ser detectados y controlados durante la preparación de la competición. Como cualquier otro objetivo del entrenamiento (físico, táctico, técnico) el psicológico sugiere el uso de determinadas técnicas, desde reuniones individuales y grupales para conocer el estado psicológico de los jugadores, hasta el uso de test de comprobación o la realización de tareas específicas. El trabajo de los psicólogos en los cuerpos técnicos está destinado a equilibrar esos factores de estrés y dotar al jugador de los elementos que le permitan ese control. Esto supone desde verbalizar conflictos (personales o con los entornos deportivos) hasta previsualizar situaciones para evitar la ansiedad de la incerteza. Es un error pensar que el estrés desparece cuando el jugador entra en la cancha. La frase común de muchos futbolistas es: “yo estoy nervioso en los momentos previos (fase precompetitiva) pero cuando empieza el partido ya estoy más tranquilo”. En realidad lo que sucede es que cambia la manifestación del estrés, como hemos visto en el punto anterior con la enumeración de efectos negativos durante la competición.

8.1 Cualidades del jugador equilibrado psicológicamente
Como contrapartida a los efecto negativos Pedro Ureña Bonilla (2006) elaboró un perfil psicológico del deportista que se halla en estado de activación y equilibrado para rendir en estado óptimo:
o Tiene una gran automotivación. No necesita el reconocimiento permanente de los demás para rendir al máximo
o Participa en el juego para ganar y hace todo lo necesario para lograrlo
o Usa la autoevaluación deportiva. Sabe distinguir entre el resultado del juego y su rendimiento personal
o Sabe como enfrentar la crítica y está dispuesto a aprender de sus errores. Siempre tiene sus sentimientos bajo control
o Emociones como el enfado y el temor no lograr apoderarse de él
o La presión es un reto para él: en los momentos de mayor presión se encuentra calmado
o Cree de manera absoluta en su potencial y reconoce sus limitaciones
o No busca excusas o justificaciones. Se responsabiliza de sus acciones
o Su rendimiento en el campo de juego es regular y consistente

Metodología del trabajo
Se usaron como fuentes trabajos publicados en páginas webs de instituciones y revistas digitales especializadas de España y Latinoamérica. Los artículos de psicólogos, preparadores físicos y fisiólogos se centran en la clasificación y definición de los estímulos psicológicos, los síndromes que provocan, estudios sobre la ansiedad y el estrés en el deporte, y las consecuencias fisiológicas que suceden a esas emociones. Se utilizaron libros de temas específicos y compilaciones. Y se aporta una infografía, como anexo, para facilitar la comprensión visual del sistema endocrino, responsable de las respuestas fisiológicas.

Bibliografía
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